El Colombiano

NO SOMOS PADRES DEFICIENTE­S… SINO CONFUNDIDO­S

- Por ÁNGELA MARULANDA angela@angelamaru­landa.com

Los padres queremos ver a los hijos triunfar, vencer, gozar y superarse. Queremos que les vaya bien en sus estudios, en el trabajo, en las relaciones, en el amor y en la vida. Nuestro gran anhelo es que triunfen y que sean personas muy felices. Sin embargo, a pesar de los grandes esfuerzos que hacemos la mayoría de los padres para proporcion­arles a los hijos todas las oportunida­des posibles para que triunfen en su vida, los resultados que estamos viendo no suelen ser lo que esperamos. Cada vez parece ser que hay más niños y jóvenes que, a pesar de que “lo tienen todo”, viven inconforme­s y aburridos, agradecen poco y exigen mucho, se dan por vencidos ante cualquier tropiezo o dificultad, no asu- men sus deberes o responsabi­lidades y sus sueños no van más allá de “pasarla bien”, entendiend­o por tal parrandear a como dé lugar.

Por fortuna no todos son así, ya que también hay muchos jóvenes que son entusiasta­s, dedicados y altruistas, gracias a que no solo tienen grandes ideales, sino que luchan por alcanzarlo­s… pero no son la mayoría.

La responsabi­lidad por lo que estamos viviendo no es solo producto de las equivocaci­ones de los padres, como suele afirmarse. Es ante todo el resultado de la confusión a que han dado lugar los cambios tan grandes y profundos que hemos experiment­ado en los últimos tiempos. Gracias a los avances en la informátic­a y a la sofisticac­ión tecnológic­a de los medios de comunicaci­ón, los mensajes de la cultura consumista llegan hoy a todos los rincones del mundo, incluyendo los espacios más íntimos de nuestros hogares y lo más profundo de nuestras mentes, todo lo cual ha ido cambiando nuestra forma de ver, de pensar y de vivir. Esto ha contribuid­o a que los pa- dres vivamos tan confundido­s que nos equivoquem­os más y se nos acuse más, lo que aumenta nuestra culpabilid­ad y nuestra falta de cordura.

En este estado de cosas, a menudo actuamos motivados ante todo por nuestros temores, más que por nuestros instintos paternos y “sentido común” con que nos ilumina el amor por los hijos. Es así como podemos anteponer sus necesidade­s y no sus caprichos, para guiarlos hacia lo que más los beneficia, además de alimentar en ellos las cualidades y virtudes que les ayudarán a forjarse una existencia plena y una vida profundame­nte satisfacto­ria

A menudo actuamos motivados ante todo por nuestros temores, más que por nuestros instintos paternos y sentido común.

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