¿CUÁNTO DURARÁ EL ROMANCE PUTIN-TRUMP?
No conocemos todavía razones convincentes para entender la tolerante relación entre Trump y Putin. Exóticas especulaciones van desde supuestos negocios personales, hasta la hipótesis de videos comprometedores de peripecias “románticas” del entrante presidente estadounidense en manos de su supuesto amigo, el zar Putin.
Sin importar las razones de este hipotético noviazgo, hay suficientes factores de índole sicológico, pero especialmente de naturaleza geopolítica, para pensar que dicha relación sería inviable.
Si bien menos importantes, las incompatibilidades sicológicas de ambos “líderes” no pueden descartarse. Aunque pragmáticos, tienen enormes egos, característica típica del espécimen político. La relación con un ególatra es difícil, a menos que decidas agachar la cabeza; pero esa posibilidad desaparece cuando la relación es entre ególatras. Ambos sustentan parte importante de su éxito en reflejar en los demás, y a ellos mismos en el espejo, su “superioridad”, que impide que haya alguien al que se deba estar subordinado.
Pero los factores políticos y geopolíticos, aunque menos evidentes y tempranos, son los que hacen pensar que hay más razones para el enfrentamiento que la amistad. No factores ideológicos, pues ya no hay luchas ideológicas, así le duela a la academia mamerta. Tanto Trump como Putin necesitan del nacionalismo y el populismo, aunque no sé cuál es consecuencia del otro. Putin se mantiene en el poder de su decadente Rusia gracias al discurso nacionalista, el mismo que llevó al poder a Trump y que probablemente seguirá siendo su principal recurso. Entre nacionalistas es difícil que haya buenas relaciones. Al contrario, las disputas los fortalecen.
Y los intereses geopolíticos de ambas naciones, tienen más discordancias que coincidencias. Menciono solo algunas. Cuando Trump deba defender los intereses geopolíticos de EE.UU. la contradicción con Rusia está servida. La participación activa de Rusia en Siria, la cual no le importa realmente a ambos, le da un poder en el medio oriente que va en contra de los objetivos y margen de maniobra estadounidenses. El inevitable apoyo que EE.UU. le ha dado y deberá darle a Polonia y los países bálticos, es como un cálculo renal para Putin. Así Trump no sepa dónde quede Ucrania, dejarla tirada tiene costos para los in- tereses geopolíticos de EE.UU., pero más valor para Rusia. Cualquier “solución” en Afganistán pasará por la participación de Pakistán, a quien Putin coquetea cada día más. Aunque América Latina no importa mucho, no hay allí ninguna coincidencia. Casi es un juego de suma cero. Y China, el elefante en la sala que nadie puede dejar de considerar, no es un punto de encuentro. China será el “enemigo” necesario en la retórica Trumpista y Rusia no puede hacer parte de los coros. Rusia y China no se han querido ni se quieren, pero Rusia necesita cada vez más de China. Sus exportaciones actuales y “futuras” de gas se lo impiden, y la necesidad de China de armarse para dominar “sus mares”, en contra de la geopolítica estadounidense, es un gran negocio para la industria militar rusa