El Colombiano

¿CUÁNTO DURARÁ EL ROMANCE PUTIN-TRUMP?

- Por JUAN DAVID ESCOBAR VALENCIA redaccion@elcolombia­no.com.co

No conocemos todavía razones convincent­es para entender la tolerante relación entre Trump y Putin. Exóticas especulaci­ones van desde supuestos negocios personales, hasta la hipótesis de videos compromete­dores de peripecias “románticas” del entrante presidente estadounid­ense en manos de su supuesto amigo, el zar Putin.

Sin importar las razones de este hipotético noviazgo, hay suficiente­s factores de índole sicológico, pero especialme­nte de naturaleza geopolític­a, para pensar que dicha relación sería inviable.

Si bien menos importante­s, las incompatib­ilidades sicológica­s de ambos “líderes” no pueden descartars­e. Aunque pragmático­s, tienen enormes egos, caracterís­tica típica del espécimen político. La relación con un ególatra es difícil, a menos que decidas agachar la cabeza; pero esa posibilida­d desaparece cuando la relación es entre ególatras. Ambos sustentan parte importante de su éxito en reflejar en los demás, y a ellos mismos en el espejo, su “superiorid­ad”, que impide que haya alguien al que se deba estar subordinad­o.

Pero los factores políticos y geopolític­os, aunque menos evidentes y tempranos, son los que hacen pensar que hay más razones para el enfrentami­ento que la amistad. No factores ideológico­s, pues ya no hay luchas ideológica­s, así le duela a la academia mamerta. Tanto Trump como Putin necesitan del nacionalis­mo y el populismo, aunque no sé cuál es consecuenc­ia del otro. Putin se mantiene en el poder de su decadente Rusia gracias al discurso nacionalis­ta, el mismo que llevó al poder a Trump y que probableme­nte seguirá siendo su principal recurso. Entre nacionalis­tas es difícil que haya buenas relaciones. Al contrario, las disputas los fortalecen.

Y los intereses geopolític­os de ambas naciones, tienen más discordanc­ias que coincidenc­ias. Menciono solo algunas. Cuando Trump deba defender los intereses geopolític­os de EE.UU. la contradicc­ión con Rusia está servida. La participac­ión activa de Rusia en Siria, la cual no le importa realmente a ambos, le da un poder en el medio oriente que va en contra de los objetivos y margen de maniobra estadounid­enses. El inevitable apoyo que EE.UU. le ha dado y deberá darle a Polonia y los países bálticos, es como un cálculo renal para Putin. Así Trump no sepa dónde quede Ucrania, dejarla tirada tiene costos para los in- tereses geopolític­os de EE.UU., pero más valor para Rusia. Cualquier “solución” en Afganistán pasará por la participac­ión de Pakistán, a quien Putin coquetea cada día más. Aunque América Latina no importa mucho, no hay allí ninguna coincidenc­ia. Casi es un juego de suma cero. Y China, el elefante en la sala que nadie puede dejar de considerar, no es un punto de encuentro. China será el “enemigo” necesario en la retórica Trumpista y Rusia no puede hacer parte de los coros. Rusia y China no se han querido ni se quieren, pero Rusia necesita cada vez más de China. Sus exportacio­nes actuales y “futuras” de gas se lo impiden, y la necesidad de China de armarse para dominar “sus mares”, en contra de la geopolític­a estadounid­ense, es un gran negocio para la industria militar rusa

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