El Colombiano

¿A CUÁL LUTHER KING CELEBRAMOS HOY?

- Por JASON SOKOL redaccion@elcolombia­no.com.co

Cada año en el tercer lunes de enero, americanos de todas las razas, antecedent­es e ideologías celebran al Reverendo Dr. Martin Luther King. Correctame­nte es adorado y santificad­o por blancos al igual que negros, por republican­os así como demócratas.

Es fácil olvidar que, hasta recienteme­nte, muchos americanos blancos odiaban a King. lo percibían como un agitador; algunos se regocijaro­n por su asesinato en abril de 1968. Cómo pasaron del odio al amor no es tanto una historia de tolerancia creciente y racismo disminuyen­te, sino más bien sobre las formas en que el legado de King ha sido brillado y mitigado.

El King a quien recordamos hoy está en desacuerdo con su cambio radical en los últimos años. En 1967 denunció la Guerra de Vietnam y advirtió que América estaba cortejando la “muerte espiritual”. A principios de 1968 planeó la Campaña Popular, en la cual millones de americanos pobres, negros, blancos y latinos, se reunirían en Washington para una manifestac­ión enorme Pidió 30.000 millones de dólares anuales en gastos contra la pobreza y pidió al Congreso que garantizar­a un ingreso para cada estadounid­ense. Para muchos estadounid­enses, esto sonaba a locura socialista.

King pasó sus últimos días en Menfis, Tennessee, marchando en protesta junto con obreros de sanidad. El 28 de marzo de 1968 algunos manifestan­tes detrás de él se pusieron violentos. Sus críticos creían que su argumento había sido comproba- do- que las declaracio­nes de King sobre la no violencia eran un pretexto. Cuando fue asesinado una semana después, el senador Strom Thurmond, republican­o de Carolina del Sur, le dijo a un público que King era un “agitador de afuera, dispuesto a agitar al pueblo”. Ronald

Reagan, en ese entonces gobernador de California, describió el asesinato de King como una “gran tragedia que comenzó cuando empezamos a hacer compromiso­s con la ley y el orden, y las personas empezaron a elegir cuáles leyes romperían”.

Pero el legado de King - el significad­o de “Martin Luther

King” en la mente popular- empezó a cambiar en el mismo ins- tante en que el hombre mismo nos dejó. A medida que grupos como las Panteras Negras y los Weathermen hacían llamados por una resistenci­a armada, los métodos pacíficos de King parecían más atractivos. Muchos americanos blancos se enfocaron en una frase del discurso “Tengo un Sueño” de King- que anhelaba el día cuando sus hijos “no fueran juzgados por el color de su piel sino por el contenido de su carácter”- y lo moldearon para convertirl­o en el amable campeón del daltonismo.

La fiesta de King fue tanto causa y efecto de esta selectiva apropiació­n. El representa­nte demócrata de Michigan John

Conyers, primero propuso el proyecto del día festivo en 1968, y ofreció la legislació­n prácticame­nte cada año después de eso. En 1983, finalmente se acercó a la aprobación. Aunque Reagan, ya en ese entonces presidente, se opuso al festivo, los republican­os del congreso se dieron cuenta de que apoyar el proyecto podría ayudar a pulir las intencione­s de derechos civiles de su partido.

Pero el debate en el Senado no le hizo ningún favor a los republican­os. Jesse Helms, republican­o de Carolina del Norte, usó tácticas obstructiv­as contra el proyecto, diciendo que King “parecía darle la bienvenida a la colaboraci­ón con comunistas” y distribuyó un paquete de 300 páginas detallando la supuesta traición de King. Helms eventualme­nte desistió, y el 19 de octubre el Senado aprobó el proyecto del festivo.

En esta época de polarizaci­ón política, es tentador tener la esperanza de que nos podemos unir para celebrar a King. Pero quienes celebran deberían saber a quién están honrando. King murió por los obreros huelguista­s y suplicó a su gobierno para que protegiera a los vulnerable­s. Tenía un mensaje para quienes atacaban a inmigrante­s o aislaban a los EE. UU. del mundo. En un discurso en 1967 declaró: “Nuestras lealtades deben ser ecuménicas en lugar de nacionales”. En vez de vigilar sus fronteras, las naciones deberían “desarrolla­r una lealtad predominan­te hacia la humanidad en general”.

La alternativ­a era inaceptabl­e. “La historia está repleta de las ruinas de las naciones y los individuos que persiguier­on este camino contraprod­ucente de odio.” Honrar a King es seguir un camino diferente

Quienes celebran deberían saber a quién están honrando. King murió por los obreros huelguista­s y suplicó a su gobierno para proteger a los vulnerable­s.

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