EL SERVICIO MILITAR OBLIGATORIO
El año que comienza es de grandes retos y grandes decisiones, no solo en el ámbito de nuestro país sino en el concierto de las naciones. Los colombianos avanzaremos en la construcción de la plataforma que nos haga posible un mejor país, o preferiremos ese atavismo que es una afrenta para la condición humana y un freno al desarrollo como sociedad. La evolución hacia mejores escenarios implica colocar el interés nacional por encima de los propósitos cortoplacistas de la política electoral, y el debate constructivo y bien informado sobre la gran cantidad de ideas que las perspectivas del cambio y nuevas dinámicas motivan.
Una de esas ideas la presenta en una de sus columnas periodísticas la exministra Cecilia Álvarez Correa. Ella sugiere que ha llegado la hora de eliminar el servicio militar obligatorio. Yo opino que tal idea es inoportuna, inconveniente y de alto riesgo.
La misma intención la tuvo el expresidente Andrés
Pastrana durante su campaña hace 19 años. Como jefe de la Oficina de Planeación del Ministerio de Defensa, me reuní con Jaime Ruiz Lla
no, (posteriormente director del Departamento Nacional de Planeación), y Juan Mario
Laserna (QEPD), para opinar que tal idea resultaba impracticable en ese momento, por razones de orden operacional y presupuestal, entre otras. Sugerí la idea de establecer la categoría de soldados profesionales e ir alimentando esta especialidad con 10.000 soldados cada año con quienes iban terminando su servicio militar obligatorio y, en forma simultánea, ir disminuyendo el número de soldados regulares (servicio militar obligatorio), para obtener un impacto cero en términos presupuestales. La decisión resultó acertada, en cuanto se incrementó sustancialmente la capacidad de combate, ( actualmente hay cerca de 80.000 soldados profesionales y 110.000 regulares), pero tuvo una incidencia poste- rior negativa en los servicios de sanidad, pues la médica para esposas e hijos de tal número de soldados voluntarios ha sido de alto impacto ( derecho que no tenían los soldados regulares por ser solteros).
La visión de una Colombia en paz no implica la inexistencia de amenazas ni mengua la importancia de las funciones que fija el artículo 217 de la Carta Constitucional. Lo que sí determina es cambios en la doctrina, ubicación de las tropas, sistemas de armas y el entrenamiento. Es el proceso actual hacia aquello que el general Alberto Mejía, comandante
del Ejército, acertadamente ha llamado “Fuerzas Multifuncionales”, con capacidades para apoyar la reconstrucción del país y la reconciliación de sus gentes.
Las características de una fuerza militar y las circunstancias de los cambios sociológicos, geopolíticos y tecnológicos exigen que ellas convivan en procesos de cambio continuo. La Fuerzas Militares de Colombia no son la excepción. Pero está muy equivocada Cecilia Álvarez cuando afirma que el servicio militar es para enseñar a odiar y a matar. Esa no es su esencia. En los cuarteles se enseña la ética del honor, de la verdad, del amor a la patria y a la sociedad. En ellos se cultivan los principios y valores ligados al carácter, la lealtad, el valor, la responsabilidad, la solidaridad y el sacrificio de lo propio en beneficio de la comunidad a la cual se sirve. El país lo sabe, pero resulta extraño que la Dra. Álvarez lo desconozca.
El soldado se hace experto en el arte de la guerra, con el fin de proteger la soberanía nacional, la vida, honra y bienes del colombiano. Los cuarteles deben ser el crisol donde se purifique el alma de la Nación
La visión de una Colombia en paz no implica la inexistencia de amenazas. Lo que sí determina es cambios en la doctrina.
Está muy equivocada la exministra cuando afirma que el servicio militar es para enseñar a odiar y a matar. Esa no es su esencia.