OBAMA NO DEBE IRSE EN SILENCIO
Donald J. Trump asumió su cargo con una agenda en gran parte centrada en desbaratar la de su antecesor: rescindir órdenes ejecutivas, romper el acuerdo nuclear de Irán, apoyar la revocación de Obamacare y retirarse de acuerdos internacionales de cambio climático, para nombrar solo algunos de sus posibles primeros pasos. Si Trump esperaba que Ba
rack Obama, quien será el primer presidente desde Woo
drow Wilson que seguirá viviendo en Washington, se retirara en silencio, tuvo un brusco despertar el pasado miércoles. El Sr. Obama le dijo a periodistas en su última rueda de prensa que acción por parte del nuevo presidente en cuanto a una variedad de asuntos - derechos de votación, rescindir el llamado programa de soñadores para inmigrantes que llegaron al país cuando niños- “ameritaría que yo me pronunciara”.
Los críticos de Obama rápidamente señalaron que esto simplemente no se hace. Se supone que los presidentes se retiran callados del escenario, adoptan hobbies y obras de caridad, permiten que sea el turno de sus sucesores. Pero ese no siempre ha sido el caso.
Es cierto que muchos presidentes se han retirado callada-
mente: Herbert Hoover, Dwight D. Eisenhower, Lyndon B. Johnson, Richard M. Nixon y George
W. Bush, quien dijo que su sucesor “merece mi silencio”.
Jimmy Carter y Bill Clinton persiguieron la política por otros medios con esfuerzos filantrópicos y de derechos humanos. Para muchos escribir sus memorias ofrece un calmante retiro del alboroto de las disputas políticas y frustración con la oposición congresional que bloqueó al menos parte de sus agendas, y adversarios extranjeros que se opusieron a sus diseños para relaciones pacíficas en el extranjero.
Obama dijo que planeaba hacer algo de esto. Usaría su tiempo libre para “escribir algo. Quiero estar callado un poco y no escucharme hablar tanto. Quiero pasar tiempo precioso con mis niñas. Así que esas son mis prioridades este año”.
No es sorprendente que Obama no tiene ninguna intención de retirarse completamente de las murallas políticas. Él ve algunos de sus logros -en cuidado de la salud, en el acuerdo climático, en derechos al voto- no solo como éxitos de política, sino también una expresión de lo que él considera son valores fundamentales americanos por fuera del usual intercambio político.
Sin embargo, es probable que una buena parte de su motivación sea personal. Trump entró a la política con el movimiento “birther”, y sus ataques contra el historial de Obama han sido duros como nunca antes se había visto. Ciertamente candidatos pasados se han enfrentado al titu- lar del partido opuesto. La retórica de Trump que sugiere que Obama ha echado al país a un hueco y que él haría grande a América de nuevo va mucho más allá de la crítica lanzada a sus antecesores.
Aquellos precavidos ante un presidente extremadamente activo deberían recordar la reputación de Obama por su tacto. Él ha sido un perfecto caballero en sus respuestas a la retórica agitada de Trump sobre su historial, dándole la bienvenida a la Casa Blanca y quedándose callado sobre su combatividad antipresidencial después de ganar por muy poco la mayoría en el voto electoral.
Es poco probable que se convierta en un instigador de oficio. Pero sentarse en silencio y permitir que Trump rompa la tradición de silencio sobre los logros de un predecesor y gritar sus intenciones de desgarrar todo lo que para él es motivo de orgullo, es un desafío al combate político que Obama no puede ni debe ignorar
Obama ha sido un perfecto caballero en sus respuestas a la retórica agitada de Trump sobre su historial, dándole la bienvenida a la Casa Blanca.