LUGARES COMUNES PARA TIEMPOS FUNESTOS
Ante los horrores que suceden de imprevisto aparecen como consuelo los lugares comunes. Frases e ideas prefabricadas que pretenden alivianar las angustias y que van desde el desabrido y genérico “todo va a salir bien” hasta el conformista que pide calma, “que las cosas pasan por algo”, que el futuro desvelará satisfacciones en las desgracias pasadas.
Son lugares comunes por su repetición que los despoja de sentido, que los transforma de consuelo, en ruido por su uso inconsciente. Pretenden ser alivio doble, para el consejero y el afligido, y como paisaje terminan por ser desoídos cuando lo dicen por igual el sincero y el falso.
En política sucede lo mismo. Frente al desmadre demo- crático y como autoconsuelo para aceptar lo que parecía inadmisible, despuntan las ideas de que las derrotas darán paso a nuevos triunfos. Las conocidas frases de cajón.
Y como hoy no hay un horror en política internacional que preocupe más que Donald
Trump en la Casa Blanca, saltan en cada esquina los consuelos clásicos que pretenden darnos un nuevo aire. Muchos de ellos son vacíos e irreflexivos. Otra enorme cantidad toma la forma de palmaditas inocuas. Algunos más son simplemente mentiras.
Pero también hay verdades profundas que se ocultan en la simpleza de lo cotidiano como ese tradicional cliché político que reza sobre la fuerza de la resistencia popular. Ante el poder tiránico e individualista de los gobiernos sirve de balanza el contrapoder plural de la ciudadanía.
Las inmensas marchas realizadas por mujeres en Estados Unidos, con réplicas en varias ciudades del mundo, para expresar el rechazo al fondo y la forma de la nueva presidencia republicana, tan solo 24 horas después de la toma de juramen- to, son una muestra de que la desgracia del triunfo de Trump trajo como beneficio el despertar del activismo político en una sociedad adormilada por las comodidades del siglo XXI.
Es momento de escuchar los consejos que piden enfrentar la excepción populista con la tradición liberal. De explorar el valor de las sociedades democráticas para superar los discursos retardatarios. De reconocer en el pasado las virtudes que lograron derrotar tiempos más aciagos.
Esta es una historia que apenas comienza y es posible que, en medio de lo que se dibuja como una desgracia contemporánea, tomen de nuevo valor los viejos lugares comunes que enseñaron a construir una democracia liberal
Es momento de escuchar los consejos que piden enfrentar la excepción populista con la tradición liberal.