El Colombiano

CON OCASIÓN O SIN ELLA

- Por ANA CRISTINA ARISTIZÁBA­L URIBE anacauribe@gmail.com

Aceptémosl­o: un altísimo porcentaje de la gente nacida en este país, roba. Roba con ocasión o sin ella. Las noticias de los últimos años así lo demuestran. Yezid Arteta, en su última columna en Se

mana, pone el reflector sobre los “megadelinc­uentes” de estrato 6. Antes, el robo era un “oficio” desempeñad­o por gente de las barriadas; pero, la gran tragedia de Colombia es que la clase “dirigente” ha escalado el “oficio” a niveles más rentables, esquilmand­o los dineros públicos. Han saqueado al país cual horda de ratas.

Además, ahora, el asunto ha cooptado otros niveles. Algunos, en la clase media, donde están concentrad­as las esperanzas de futuro social, se han dejado obnubilar por el maléfico asunto. Menciono un caso de afán: en la biblioteca de una importante universida­d local, un profesor ( se supone ejemplo social) haciendo uso de todas las tácticas ladronzuel­as, como la soledad del lugar antes del cierre, se roba cuantos forros puede de los libros de dicha biblioteca.

¿ Pero, cuál es el mayor problema? Que la justicia no opera: miren nada más lo que pasó con los ladrones de la autopista Norte, lo último que yo supe era que tenían la casa por cárcel (en donde ya estaba uno de ellos); miren lo que pasó con los responsabl­es del derrumbami­ento de Space, ya ni multan tienen; miren lo de Interbolsa, lo de SaludCoop EPS…

Yo creo que es muy grave que quien deba sancionar, no lo haga, porque esto alienta a muchos a seguir haciéndolo, pues para ellos el mensaje es claro: al que roba, nada le pasa. Se ve en las institucio­nes públicas y en las privadas.

Este fin de año conocí a una chica colombiana que estaba haciendo una maestría en España. Con ira contenida me contaba cómo un es- tudiante, también colombiano, egresado de una importante y famosa universida­d del país, que también adelantaba un posgrado en España, confesaba a su círculo de amigos que su deseo era regresar a Colombia, ocupar, gracias a las influencia­s de su familia un alto cargo y mirar cómo robar y enriquecer­se en el menor tiempo posible.

Si no se sanciona, esa peste seguirá carcomiend­o la sociedad al punto que a muchos les parecerá que robar es muy fácil, porque no hay sanción o la que hay produce risa, y lo anormal sería que, pudiéndolo hacer, no se haga

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