100 horas de Trump
Salirse del Acuerdo Transpacífico, acelerar construcción de oleoductos sin consulta previa y comenzar el fin del Obamacare fueron las primeras fichas del mandatario.
El presidente de EE. UU. ha tomado decisiones en comercio, salud, ambiente y migración. En cuatro días de gobierno inició el desmantelamiento del Obamacare, se salió del TPP y rechazó políticas sobre cambio climático.
Si algo mostró Donald Trump en sus primeros cuatro días de presidencia es que lo que prometió en comercio, migraciones, derechos sexuales, medio ambiente y migraciones no fue solo el guión de campaña de una estrella de televisión. “Debemos creer lo que dijo y asumir como muy probable que llevará a cabo las promesas más absurdas”, advierte Arlene Tickner, internacionalista de la Universidad de Los Andes, temiendo que muchos de sus planes lleven a Estados Unidos a reversar.
Mientras tanto, el ambiente en Washington, donde Trump solo obtuvo un 7 % de los votos en las elecciones de noviembre, parece estar más tenso. Emilio Viano, habitante de esa capital y catedrático de la American University, comenta que, detrás de las cortinas del Congreso, los ministerios y la Casa Blanca hay mucha actividad. “Los lobistas están preparando su estrategia, siguiendo muy de cerca las decisiones del presidente para ver cuál es el ángulo de influencia, mientras organizaciones que estuvieron relegadas por Barack Obama, sienten que tendrán por fin una oportunidad de introducir su visión”.
El ajetreo, expresa Viano, se debe a la maratónica toma de decisiones del mandatario, que parece haber iniciado una cacería de logros del expresidente Obama, firmando un alto volumen de decretos, anunciando cambios y abusando del uso de la orden ejecutiva, un recurso excepcional con el que cuentan los presidentes de EE. UU. para tomar medidas sin necesidad de consultar con el Legislativo.
Con esa estrategia en mano, en sus primeras 100 horas como mandatario, que se cumplieron ayer a las 4 de la tarde, el líder tomó al menos 15 decisiones (ver infografía) que implican grandes rupturas en las lógicas con las que venía el país.
El revolcón de la salud
Si bien los republicanos criticaron a la anterior Administración porque desbloqueaba decisiones del Congreso con órdenes ejecutivas, y que con eso socavaba la democracia, Trump las ha utilizado en cada uno de sus días de mandato y, de hecho, así comenzó a desmantelar el programa de salud propuesto por Obama.
En la noche del viernes, con su firma de presidente, le ordenó a los departamentos y agencias gubernamentales que “alivien las cargas del Obamacare”.
Lo anterior, explica Viano, implica que se irán desatendiendo todas las directivas de la reforma sanitaria de Obama, mientras el Congreso halla el camino para derogar y sustituir el actual sistema de salud, aunque el Legislativo ya hizo una parte emitiendo una regla de procedimiento presupuestario que le da herramientas para comenzar con la eliminación.
“El problema es que los mismos republicanos deberían darse cuenta de cuán complejo es eliminar el programa y poner otro, que ni siquiera han presentado. Significa un enorme ejercicio burocrático y encontrar qué hacer con las miles de personas que ya pagaron su seguro para 2017 y con los 21 millones de subsidiados que quedarían desamparados”, afirma Viano.
Por más difícil que parezca, Mauricio Jaramillo, internacionalista de la Universidad del Rosario, Trump debía tomar una posición rápida y contundente al respecto, por los compromisos con sus votantes y porque su popularidad en EE. UU. y el exterior tiende a la baja (ver anexo el porcentaje de personas que no lo apoyan en 23 países).
Las críticas a las que apela Trump para justificar el cambio del Obamacare son, sobre todo, que con el ánimo de sub- sidiar a los más pobres, el costo de los seguros aumentó de forma significativa y la plataforma cibernética que facilita la inscripción y activación de servicios colapsa con frecuencia por la enorme cantidad de usuarios.
El retroceso en ambiente
La Conferencia Internacional sobre Cambio Climático (COP21), en París, comprometió por primera vez a China y EE. UU., los dos monstruos de la producción industrial, para que reduzcan sus emisiones de gases.
El respaldo (firma y ratificación del acuerdo) de Obama y de Xi Jinping (presidente chino) movió a una centena de países a hacer lo mismo.
No obstante, Trump, que ya anunció que va a deshacer esa adopción, dio un primer paso hacia el retroceso. También mediante una firma, eliminó las políticas “dañinas e innecesarias” del Plan de Acción para el Clima y el Reglamento de Aguas de Estados Unidos, que Obama había presentado en 2013 con el fin de reducir la contaminación de carbono en, por lo menos, 3.000 millones de toneladas métricas, acumulativas para el año 2030 (más de la mitad de la contaminación de carbono anual proveniente del sector de energía de EE. UU.).
Además, ayer, firmó un decreto para acelerar los proyectos de los oleoductos Keystone XL y Dakota Access, que transportarán crudo desde la formación petrolera Bakken de ese estado, a través del Medio Oeste, hasta la Costa del Golfo de México, pese a que las protestas ciudadanas lograron desmantelarlo en 2015.
Aunque Trump sostiene que con su decisión se darán 28.000 empleos, Christian Poirier, director de Programa de Amazon Watch, una de las organizaciones estadounidenses que se opone a esas megaobras, opina que el apoyo al sector petrolero es “descarado”, y denuncia que el presidente, cuyo gobierno considera ilegítimo, y su nominado secretario de Energía, Rick Perry, eran miembros de la junta directiva de Energy Transfer Partners LP, el consorcio que tiene el oleoducto de Dakota, valorado en 3.800 millones de dólares.
“Ese gobierno está completamente aliado con esta industria. Sus decisiones son interesadas, manipuladas y siempre van a apoyar a los petroleros”, asevera el ambientalista, y añade que en su comunidad hay preocupación, porque los proyectos que ayer promovió el presidente atravesarán el río Missouri, que abastece de agua a los indígenas sioux y donde se encuentran muchos de sus sitios sagrados.
Estos indígenas, con quienes se han solidarizado otras 90 tribus de EE. UU. para obstaculizar la construcción del oleoducto, tienen en proceso una demanda en las altas cortes, ya que la obra se planeó sin haber tramitado ante ellos un recurso de consulta previa, obligatorio para iniciar cualquiera de estas construcciones.
“Se está reproduciendo en Estados Unidos el gran dilema del desarrollo que tienen los pueblos indígenas latinoamericanos”, comenta Poirier, y advierte con preocupación que el gabinete de Trump, como él, niegue la existencia del cambio climático. “Lo hacen porque impacta con los negocios de petroleros. Todo aquí son las acciones de un gobierno con intereses muy oscuros”, concluye