¿QUÉ LE PASA AL MUNDO?
Nuestro mundo actual, como lo advirtió el ahora fallecido Zigmunt Bauman, se caracteriza por una obsesión por el facilismo y la celeridad. Ya lo había dicho Estanislao Zuleta hace casi tres décadas: proliferan los seres humanos que ha- cen todo por liberarse de la angustia producida por la duda, la diferencia y el hecho de pensar por sí mismos. Por lo anterior es que los extremismos y las verdades absolutas tienen tantos seguidores, pues es una de esas rutas aparentemente más fáciles y rápidas para eliminar ese desasosiego propio de ser humanos.
La ilusión de un mundo feliz, a través del consumo y el mercado, se desvanece día a día de forma alucinante y se refleja en una desesperanza creciente. Por eso no es extraño que aún hoy, después de tantos años de discursos sobre democracia, tolerancia y derechos humanos, haya multitudes que caigan bajo el yugo del extremismo y la intolerancia. Por un lado, el extremismo de grupos islamistas que desgarran el mundo. Por el otro, multitudes que tras las muecas de un magnate estadounidense actualizan el nacionalismo y la xenofobia.
“¿Qué le pasa al mundo? ¿Se devolvió la historia?” Se preguntará un lector sorprendido por los acontecimientos de estos últimos años. Nada extraño en esas preguntas ni en el fenómeno que las provoca. Ha progresado mucho la tecnología y la ciencia, pero como humanos estamos en el viraje de la montaña rusa: creímos que ascendíamos al paraíso y ahora nos despertamos ante una angustia que muchos intentan desafiar con nuevas idolatrías y odios. Lamentablemente estos, como siempre ha ocurrido, serán una ilusión ficticia que cobrará sangre en la historia y que jamás lograrán remendarla