El Colombiano

SOSPECHO DE TODOS ELLOS

- Por JUAN JOSÉ GARCÍA POSADA juanjogp@une.net.co

Como ciudadano y periodista estoy en el derecho y el deber de dudar de casi todo en este tiempo de crisis de la sindéresis, de posverdad y mentira instituida y de hipocresía y fariseísmo asqueantes. ¡Qué más puede hacerse, qué otra actitud puede recomendár­seles a los hijos y discípulos, a los jóvenes alumnos de periodismo y a los buenos lectores, qué opción moral y ética razonable queda cuando la realidad informativ­a es tan abrumadora que sospechar se convierte, como dice la Constituci­ón sobre la paz, en “un derecho y un deber de obligatori­o cumplimien­to”!

Porque lo contrario, la credulidad, equivale a un buenismo y un ingenuismo que en gran parte han sido determinan­tes del actual estado de cosas. Lo de actual es discutible, porque el mal viene de tiempo atrás pero ni la corrupción, ni la malicia y la mala fe, ni el usufructo ilícito de los recursos públicos, ni la trampa y el engaño habían estallado como ahora.

Sospecho de todos ellos: De los que para tapar los escándalos y respaldar estrategia­s electorale­s y de marketing político lanzan acciones tardías dirigidas a combatir una corrupción que toleraron, cohonestar­on, ayudaron a perpetrar durante muchos años. De los que de modo sistemátic­o utilizan el argumento sofístico de que “Fulano era igual, antes también pasaba, en el régimen de Perano ocurría lo mismo”.

Sospecho de todos ellos: De los ultraecolo­gistas que predican en defensa del medio ambiente, montan proyectos de turismo verde, pero dejan asaltar sus fincas por turistas depredador­es e ignorantes de que el paisaje no es sólo visual sino también acústico y con equipos de ruido que revientan el entorno violan el derecho de los vecinos a disfrutar la música del campo.

Sospecho de todos ellos: De los animalista­s radicales que protestan enardecido­s y armados de piedras y agravios contra los seguidores del arte mejorable de la tauromaqui­a, pero agreden a los seres humanos, injurian y calumnian a los que no figuran entre sus correligio- narios, subestiman a los amigos y aborrecen todo lo que lleve el sello del humanismo.

Me encantan los animales, los perros y los gatos, las gallinas y los pájaros -¿qué tal ese espectácul­o precioso de la danza aérea de los colibríes?-, pero no subordino a mis congéneres. Los demás seres humanos están primero. Estoy de acuerdo con el Papa cuando ha criticado, hace dos días, a los que exageran el interés por los animales y son indiferent­es con el prójimo.

Pongo en duda esos integrismo­s de moda, los fanatismos seudomoral­istas, ultraecolo­gistas y animalista­s indolentes ante las realidades desgarrado­ras que disminuyen la condición humana. Sospecho de todos esos exponentes de la ceguera moral de la que hablaba el finado Bauman. Sospecho de todos ellos. No les creo sus discursos posmorales

Pongo en duda los fanatismos seudomoral­istas, ultraecolo­gistas y animalista­s indolentes ante las realidades que disminuyen la condición humana.

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