SOSPECHO DE TODOS ELLOS
Como ciudadano y periodista estoy en el derecho y el deber de dudar de casi todo en este tiempo de crisis de la sindéresis, de posverdad y mentira instituida y de hipocresía y fariseísmo asqueantes. ¡Qué más puede hacerse, qué otra actitud puede recomendárseles a los hijos y discípulos, a los jóvenes alumnos de periodismo y a los buenos lectores, qué opción moral y ética razonable queda cuando la realidad informativa es tan abrumadora que sospechar se convierte, como dice la Constitución sobre la paz, en “un derecho y un deber de obligatorio cumplimiento”!
Porque lo contrario, la credulidad, equivale a un buenismo y un ingenuismo que en gran parte han sido determinantes del actual estado de cosas. Lo de actual es discutible, porque el mal viene de tiempo atrás pero ni la corrupción, ni la malicia y la mala fe, ni el usufructo ilícito de los recursos públicos, ni la trampa y el engaño habían estallado como ahora.
Sospecho de todos ellos: De los que para tapar los escándalos y respaldar estrategias electorales y de marketing político lanzan acciones tardías dirigidas a combatir una corrupción que toleraron, cohonestaron, ayudaron a perpetrar durante muchos años. De los que de modo sistemático utilizan el argumento sofístico de que “Fulano era igual, antes también pasaba, en el régimen de Perano ocurría lo mismo”.
Sospecho de todos ellos: De los ultraecologistas que predican en defensa del medio ambiente, montan proyectos de turismo verde, pero dejan asaltar sus fincas por turistas depredadores e ignorantes de que el paisaje no es sólo visual sino también acústico y con equipos de ruido que revientan el entorno violan el derecho de los vecinos a disfrutar la música del campo.
Sospecho de todos ellos: De los animalistas radicales que protestan enardecidos y armados de piedras y agravios contra los seguidores del arte mejorable de la tauromaquia, pero agreden a los seres humanos, injurian y calumnian a los que no figuran entre sus correligio- narios, subestiman a los amigos y aborrecen todo lo que lleve el sello del humanismo.
Me encantan los animales, los perros y los gatos, las gallinas y los pájaros -¿qué tal ese espectáculo precioso de la danza aérea de los colibríes?-, pero no subordino a mis congéneres. Los demás seres humanos están primero. Estoy de acuerdo con el Papa cuando ha criticado, hace dos días, a los que exageran el interés por los animales y son indiferentes con el prójimo.
Pongo en duda esos integrismos de moda, los fanatismos seudomoralistas, ultraecologistas y animalistas indolentes ante las realidades desgarradoras que disminuyen la condición humana. Sospecho de todos esos exponentes de la ceguera moral de la que hablaba el finado Bauman. Sospecho de todos ellos. No les creo sus discursos posmorales
Pongo en duda los fanatismos seudomoralistas, ultraecologistas y animalistas indolentes ante las realidades que disminuyen la condición humana.