ESA ES LA GRACIA DE PREGUNTAR
El titular de primera página en la edición impresa de EL COLOMBIANO del sábado es crítico, franco e ingenioso. Lleva implícita la decisión independiente de cuestionar la ausencia del gobernante. Hace valer el derecho inalienable de los periodistas de preguntar, inquirir, interpelar, que incomoda a no pocos funcionarios, incluido el primer mandatario.
“¿ Por qué no volvió?” Es una pregunta que sintetiza, con sentido del humor, el sentimiento de gran parte de la gente de la segunda ciudad del país, que extraña el alejamiento del Presidente, sea porque su agenda es complicadísima, porque juzgue que ya le ha cumplido a Medellín o porque eluda alguna silbatina mortificante.
Ese titular, más la información correspondiente, alivia el malestar creciente por la actitud de tantos medios periodísticos inclinados al oficialismo, la lambonería y la obsecuencia, que están incidiendo en la disminución de la credibilidad y la confiabilidad del periodismo.
Estaba escuchando el viernes la radiotertulia matinal a la que estoy habituado y me desconcertó la defensa emocional que hizo una de las colegas al señalar, sin más argumentos, que no hay derecho a afectar la “dignidad de todo un Premio Nobel de Paz”, como si se tratara de un cuerpo glorioso, de un personaje hierático al que, por su condición sacrosanta es pecado criticar por el escándalo del presunto soborno que afecta su campaña presidencial.
Un titular como ese de “¿Por qué no volvió?” ayuda a sostener el hilo o el cáñamo o la soga de la discusión sobre la responsabilidad ética del periodismo de mantener una digna distancia crítica frente a la realidad y una decente independencia frente al poder. Para mí fue oportunísimo, al final de la semana que incluyó el Día del Periodista. Y me proporciona una clave para el diálogo con mis alumnos de Ética Profesional y Periodismo de Opinión en la Bolivariana, donde estoy llegando a los 45 años de ejercicio docente y me honra ser el profesor activo más antiguo de la cincuentenaria Facultad de Comunicación.
Y como nunca antes en todos esos años, afrontamos un tiempo de escepticismo, desconfianza, incredulidad. Tendemos a sospechar de las instituciones y de los que las representan, por acciones u omisiones que saltan a la vista y al oído. Es una época en que hechos y personajes inescrupulosos forman una atmósfera repugnante. La verdad es sustituida por el antivalor eufemístico de la posverdad. Como nunca antes, el gran desafío para el periodismo consiste en reconstruir el criterio de veracidad. Hacer valer el valor de la verdad, tapado en la selva de los intereses creados.
Un titular como el que tanto nos gustó a muchos lectores revela espíritu crítico, franqueza e ingenio para reclamarle y decirle la verdad al gobernante sin faltarle al respeto