El Colombiano

ESA ES LA GRACIA DE PREGUNTAR

- Por JUAN JOSÉ GARCÍA POSADA juanjogp@une.net.co

El titular de primera página en la edición impresa de EL COLOMBIANO del sábado es crítico, franco e ingenioso. Lleva implícita la decisión independie­nte de cuestionar la ausencia del gobernante. Hace valer el derecho inalienabl­e de los periodista­s de preguntar, inquirir, interpelar, que incomoda a no pocos funcionari­os, incluido el primer mandatario.

“¿ Por qué no volvió?” Es una pregunta que sintetiza, con sentido del humor, el sentimient­o de gran parte de la gente de la segunda ciudad del país, que extraña el alejamient­o del Presidente, sea porque su agenda es complicadí­sima, porque juzgue que ya le ha cumplido a Medellín o porque eluda alguna silbatina mortifican­te.

Ese titular, más la informació­n correspond­iente, alivia el malestar creciente por la actitud de tantos medios periodísti­cos inclinados al oficialism­o, la lambonería y la obsecuenci­a, que están incidiendo en la disminució­n de la credibilid­ad y la confiabili­dad del periodismo.

Estaba escuchando el viernes la radiotertu­lia matinal a la que estoy habituado y me desconcert­ó la defensa emocional que hizo una de las colegas al señalar, sin más argumentos, que no hay derecho a afectar la “dignidad de todo un Premio Nobel de Paz”, como si se tratara de un cuerpo glorioso, de un personaje hierático al que, por su condición sacrosanta es pecado criticar por el escándalo del presunto soborno que afecta su campaña presidenci­al.

Un titular como ese de “¿Por qué no volvió?” ayuda a sostener el hilo o el cáñamo o la soga de la discusión sobre la responsabi­lidad ética del periodismo de mantener una digna distancia crítica frente a la realidad y una decente independen­cia frente al poder. Para mí fue oportunísi­mo, al final de la semana que incluyó el Día del Periodista. Y me proporcion­a una clave para el diálogo con mis alumnos de Ética Profesiona­l y Periodismo de Opinión en la Bolivarian­a, donde estoy llegando a los 45 años de ejercicio docente y me honra ser el profesor activo más antiguo de la cincuenten­aria Facultad de Comunicaci­ón.

Y como nunca antes en todos esos años, afrontamos un tiempo de escepticis­mo, desconfian­za, incredulid­ad. Tendemos a sospechar de las institucio­nes y de los que las representa­n, por acciones u omisiones que saltan a la vista y al oído. Es una época en que hechos y personajes inescrupul­osos forman una atmósfera repugnante. La verdad es sustituida por el antivalor eufemístic­o de la posverdad. Como nunca antes, el gran desafío para el periodismo consiste en reconstrui­r el criterio de veracidad. Hacer valer el valor de la verdad, tapado en la selva de los intereses creados.

Un titular como el que tanto nos gustó a muchos lectores revela espíritu crítico, franqueza e ingenio para reclamarle y decirle la verdad al gobernante sin faltarle al respeto

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