Crisis ética y política, lugar de cuentas indeseadas
Es el momento de hacer los ajustes necesarios para recuperar esta crisis ética. Sin respeto y sin fe en las instituciones la esperanza queda en el rol de una sociedad exigente.
“Si procrastinamos nuestras colonoscopias y después desarrollamos cáncer de colon, puede ser trágico y puede ser egoísta, pero fue nuestra decisión. No podemos quejarnos de la cuenta cuando no la enviamos a nosotros mismos”, afirma Micah Nathan en un interesante artículo para la revista Kinfolk, en el que reflexiona sobre la procrastinación. Hablemos de Colombia, ¿cuántas “cuentas” estamos pagando hoy sobre el país, de las cuales no podemos quejarnos?
Andrés Molano, director académico del Instituto de Ciencias Políticas Hernán Echavarría Olózaga, analizó en la edición de aniversario de EL COLOMBIANO, dirigida por Carlos Enrique Moreno, presidente del Grupo Corona, la situación de Venezuela, haciendo un diagnóstico que deberíamos mirar como advertencia: “Los populismos se elevan sobre la ruina de la democracia representativa y pluralista, no la provocan; la perpetuación de los populistas en el poder es, casi siempre, obra autodestructiva de la clase política y resultado de su incompetencia”. Un país sin política, ¿es esta una cuenta que queremos?
Ayer publicamos un reportaje realizado por enviados especiales del periódico a Urabá. No puede darnos más que dolor leer el testimonio de desconfianza y decepción de un líder de la Comunidad de Paz de San José de Apartadó cuando afirma que no denuncian formalmente porque “no creemos en las instituciones, no creemos que hagan nada, simplemente denunciamos ante la humanidad y la historia”. Un país sin institucionalidad, ¿es esta la cuenta que queremos?
EL COLOMBIANO, con su reconocida Unidad de Paz y Derechos Humanos de la redacción multimedia, fue el primer medio nacional en internarse en la selva por varios días con el frente 18 de las Farc, durante el proceso de paz el año pasado. Esta misión periodística que hicimos con la mayor cautela para proteger la vida de los reporteros significó horas de desplazamiento en carros del diario, vehículos aprobados por la guerrilla y finalmente largas caminatas.
A su regreso, más allá del trabajo periodístico, nos concentramos en evaluar una gran pregunta que nos surgió: ¿Es viable que el Estado colombiano, una vez firmado el proceso de paz, pueda llegar hasta estos lugares remotos para hacer presencia institucional y trabajar por el desarrollo de esas comunidades? Con voluntad y sin ella la respuesta de los analistas a nuestro equipo fue: no. Un país que no llega a las esquinas de su territorio a cumplir las promesas de la Constitución, ¿es esta la cuenta que queremos?
Nada de lo que nos sucede es gratuito. Hemos tomado cada una de las decisiones que nos han puesto en este lugar y por lo tanto tenemos responsabilidad como individuos, como miembros de una sociedad y como electores de aquellos líderes que no han estado a la altura del reto.
Al equivocarnos en las elecciones, o en los motivos por los cuales elegimos, lamentablemente seguiremos alargando este camino de desconfianza y desinstitucionalización. Estamos en un momento en el que la apatía hace su más perversa entrada permitiendo la desilusión, desmotivando la participación política y desintegrando los proyectos sociales. Mientras tanto, crece el individualismo político de los intereses y la corrupción. Un país apático, ¿es esta la cuenta que queremos?
Sin respeto y sin fe en las instituciones la esperanza queda en el rol de la comunidad, pero a veces esta también pare- ce haberse olvidado de la importancia de la sanción social cuando hoy aparecen personas y empresas que celebran, por ejemplo, el comportamiento delictivo al divulgar como íconos atractivos personajes macabros de nuestra historia. Otro ejemplo pueden ser aquellas personas y medios que promueven en chats privados y en sus publicaciones el estigma de la mujer como objeto sexual. Una sociedad sin conciencia, ¿es esta la cuenta que queremos?
Mientras tanto, es grato observar núcleos de jóvenes que hoy se preocupan y unen en torno a causas nobles, como la defensa de las minorías, el medio ambiente, los animales. Quizás ellos estén dando lecciones en esos campos. Sin embargo, es lamentable que no se unan con las fuerzas de sus capacidades en las otras causas del país. Jóvenes escépticos, ¿es esta la cuenta que queremos?
Es el momento de hacer los ajustes necesarios para recuperar esta crisis ética. Ahora que las campañas políticas están iniciando actividades deben sentirse talladas por la presión exigente de una sociedad de todas las edades y rincones de este país, que no quiere que le lleguen más “cuentas” indeseadas