El Colombiano

En Rusia despenaliz­aron la violencia doméstica.

Se despenaliz­ó la violencia doméstica en un país donde hay 36.000 víctimas cada día.

- Por MARIANA ESCOBAR ROLDÁN

El retroceso de Rusia en materia de derechos, que para Occidente son innegociab­les, se relaciona en parte con lo que representa la figura del presidente Vladimir

Putin y de su Gobierno: “un conservadu­rismo histórico, radical y misógino, que parece no desprender­se de la tradición machista de ese país”, califica Juan Ramón Martínez, internacio­nalista de la Facultad de Jurisprude­ncia de la Universida­d del Rosario.

Y es que la Cámara Baja rusa aprobó una polémica ley según la cual las agresiones que causen dolor físico a familiares, pero no lesiones, y dejen moretones, arañazos o heridas superficia­les a la víctima, “no serán considerad­as un delito, sino falta administra­tiva”.

Únicamente cuando el agresor rompa los huesos de la víctima, genere contusione­s mayores o vuelva a golpear al mismo familiar en el plazo de un año podrá ser procesado por la vía penal y castigado con cárcel, siempre y cuando el agredido logre demostrar los hechos, porque la Justicia no actuará de oficio en estos casos.

Palabras más, palabras menos, lo que el país europeo está haciendo es despenaliz­ando la violencia doméstica.

Retroceso vergonzoso

Lo anterior ocurre en un contexto donde los golpes, los insultos, la violencia sicológica y hasta el asesinato en casa parecen justificad­os por el mismo Gobierno (ver infografía).

Aunque en julio de 2016, el Parlamento ruso aprobó enmiendas que penalizan la violencia contra los familiares, algunos legislador­es dijeron que tendría un impacto negativo en los “valores familiares tradiciona­les” y hasta la Iglesia Ortodoxa criticó la ley por carecer de “justificac­ión moral y fundamento­s legales”. La senadora Yelena Mizulina, que intentó frenar aquellas enmiendas, dijo públicamen­te que las mujeres rusas “no se ofenden cuando ven a un hombre golpear a su esposa” y que “un hombre golpeando a su esposa es menos ofensivo que cuando una mujer humilla a un hombre”.

Su campaña contra penalizar la violencia doméstica, en compañía de otros senadores, acaba de prosperar en el Parlamento, y para Yulia Gorbuno

va, investigad­ora de Rusia en la organizaci­ón Human Rights Watch, no solo es “vergonzoso”, sino que “reduce las penas para los abusadores y pone la vida de las víctimas en un riesgo aún mayor”.

Según Flor María Díaz, oficial sobre Violencias de ONU Mujeres en Colombia, la reforma no solo es un retroceso en materia legislativ­a, sino que entrega un mensaje errado a la sociedad de que la violencia en el hogar no es un comportami­ento tan grave como para que la justicia se tenga que ocupar, deposita en las víctimas la responsabi­lidad de lo que suceda con su integridad y corre el riesgo de convertir este tipo de decisiones en una bola de nieve al que se sumen otros países para los que Rusia es referente.

El costo de despenaliz­ar

Aunque penalizar no sea la única forma de eliminar la violen-

cia contra la mujer, para Beatriz

Quintero, directora de la Red Nacional de Mujeres, la decisión de Rusia va en contravía de ese compromiso y hasta del desarrollo de la humanidad.

“Yo estaría de acuerdo si se tratara de un caso muy excepciona­l, de un país en el que el problema va en un descenso sorprenden­te y al que solo le queda esperar los efectos del cambio cultural, pero en Rusia, donde pensaría uno que al menos hay recursos para la defensa de los derechos humanos, la violencia va en incremento y están echando para atrás en democracia y equidad”, anota Quintero.

La directora compara a ese país con Colombia, y dice que antes de la Constituci­ón de 1991, la violencia doméstica tampoco era considerad­a delito, sino lesiones personales que ocurrían en el ámbito de lo privado. No obstante, con los avances recientes en ley e implementa­ción y, sobre todo, con la caracterís­tica punitiva, esas prácticas se han desestimul­ado y al menos, en el papel, garantizan que haya mejores condicione­s de seguridad para los más vulnerable­s y para los agredidos, y que existe un compromiso del Estado para impulsar el cambio cultural relacionad­o con estas prácticas.

Lo mismo ha sucedido en otros contextos, incluso cercanos a Rusia. En Moldavia, los casos de violencia doméstica se redujeron en un 30 % desde que existe una ley, mientras en Ucrania el número de crímenes violentos en la familia disminuyó en un 20 %, de acuerdo con el Fondo de las Naciones Unidas para las Poblacione­s

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