UNA MAFIA MÁS
La semana pasada, el periódico El País de España publicó una entrevista con la “Robin Hood de la ciencia”, la kazaja Alexandra Elbakyan, de 28 años, quien confirma sin tapujos que lucha abiertamente por el libre acceso universal a los estudios científicos.
Explico: los investigadores del mundo, incluidos los profesores universitarios, hacen sus investigaciones que plasman en textos científicos. Obviamente les interesa que su investigación sea difundida y conocida por la comunidad académica mundial. Este “favor” lo hacen los emporios internacionales: editores que se encargan de reunir en gigantescas bases de datos esos textos científicos y aseguran que al estar allí sus buscadores se encargarán de ponerlos en las manos de las personas (suelen ser otros investigadores) que en cualquier lugar del mundo necesiten acceder a ese tema.
Estos emporios internacionales son los dueños de bases de datos que alimentan con la producción científica de los investigadores, con estas características: 1) A los investigadores no les pagan por el artículo, 2) Pero, con estos artículos, estas multinacionales ganan de dos maneras: a) Los venden a las universidades del mundo a precios exorbitantes, en bases de datos. Una sola de ellas puede costar para una universidad colombiana, la suma de US$ 170.000 por un año; b) Si un investigador no hace parte de una comunidad académica, sino que es independiente, tienen que pagar, por cada artículo, una cifra que oscila entre los US$ 20 y 30 (pero si sus artículos están alojados en esas bases de datos, las multinacionales no les pagaron por ellos).
Esos monopolios del conocimiento académico no pagan por la materia prima, pero cobran por el uso de los artículos, para ponerlos disponibles en cualquier universidad del mundo que se suscriba a esas bases de datos ante la presión de obtener las famosas acreditaciones.
En un comunicado en el 2012 la biblioteca de la Universidad de Harvard expresó su oposición a seguir pagando una cantidad exorbitante de dinero para acceder a ciertas publicaciones académicas periódicas. En ese momento su gasto anual por ese rubro era de US$ 3.75 millones.
Esas mafias del conocimiento académico tienen invadidas las universidades de América Latina, pues si Harvard puede darse el lujo de renunciar a ellas, en el tercer mundo las “necesitan” para lograr las acreditaciones. Para combatir esos monopolios, ya hay muchos sitios de acceso abierto, como el que tiene la kazaja Alexandra Elbakyan