El Colombiano

UNA MARCHA DE CIENTÍFICO­S EN WASHINGTON ES MALA IDEA

- Por ROBERT S. YOUNG redaccion@elcolombia­no.com.co

Se está hablando cada vez más de una Marcha por la Ciencia en Washington, similar a la Marcha de Mujeres el día después de la inauguraci­ón del presidente Trump. Es una idea terrible.

Entre científico­s, entendible­mente, hay un temor creciente de que la toma de decisiones con base en los hechos está perdiendo terreno en la mesa de la creación de política. También hay una frustra- ción creciente con la politizaci­ón de la ciencia por parte de los escépticos ante el cambio climático y otros quienes la ven como una amenaza para sus intereses o creencias.

Pero tratar de recrear la marcha enfáticame­nte política de las mujeres solo servirá para reforzar la narrativa de los conservado­res escépticos que dice que los científico­s son un grupo de interés y que politizan sus datos, investigac­ión y descubrimi­entos para sus propios fines.

Soy un geólogo costero. Yo dirijo un centro en el cual nuestra misión es hacer investigac­ión científica y luego comunicar esa ciencia a oficiales elegidos, reguladore­s, y hasta entidades privadas y el público. No hay duda que la propuesta Marcha por la Ciencia hará más difícil mi trabajo y aumentará la polarizaci­ón.

Por favor entienda, no le huyo a la presentaci­ón abierta de los hechos sobre el clima cambiante y las mareas crecientes. Pero he aprendido que hacerlo no viene sin sus riesgos.

En el 2010, fui coautor de un informe para la Comisión de Recursos Costeros de Carolina del Norte que dijo que los niveles del mar a lo largo de la costa estatal podrían elevarse hasta 39 pulgadas al finalizar el siglo. Esa conclusión estuvo basada en la mejor ciencia evaluada por pares y tenía la intención de ayudar a los creadores de política a planear para el futuro.

Pero alarmó a los intereses de propiedad raíz otros intereses de desarrollo económicos, quienes rápidament­e atacaron el informe. La comisión costera lo ignoró. Los autores, y me incluyo, fuimos difamados ampliament­e. Y la legislatur­a aprobó una ley que prohibió a agencias locales y estatales desarrolla­r normas o planear documentos anticipand­o una elevación en niveles del mar. “Creo que esta es una brillante solución”, dijo el comediante Stephen Colbert en el momento. “Si su ciencia le ofrece un resultado que no le gusta, apruebe una ley que dice que el resultado es ilegal. Problema solucionad­o”.

Usted podría pensar que la lección que aprendí de esa experienci­a fue desconfiar del establecim­iento político. No. Lo que aprendí fue que la mayoría de quienes atacaron nuestras proyeccion­es de elevación del nivel del mar nunca me habían conocido ni a mí ni a mis coautores. No solo eso, la mayoría del público nunca había conocido a nadie que considerar­an un científi- co. No entendían el proceso cuidadoso y meticuloso que seguimos para alcanzar nuestras conclusion­es evaluadas por pares. Éramos desconocid­os, “científico­s” entregando malas noticias. Éramos un blanco fácil para quienes se sentían amenazados por nuestros descubrimi­entos.

Una marcha de científico­s, aunque bien intenciona­da, servirá solo para trivializa­r y politizar la ciencia que tanto nos importa, convertir a los científico­s en otro grupo enredado en guerras de la cultura y expandir la brecha entre científico­s y cierto sector del electorado americano.

En lugar de marchar, sugiero que mis colegas marchen hacia grupos locales cívicos, iglesias, colegios, ferias y, en privado, hacia las oficinas de los oficiales elegidos. Haga contacto con esa parte de América que no conoce a científico­s. Póngale un rostro al debate. Ayúdeles a entender lo que hacemos y cómo lo hacemos.

Al Gore, bendito sea (como decimos en el sur), tenía buenas intencione­s cuando hizo “Una Verdad Inconvenie­nte” en el 2006. Pero no nos hizo ningún favor. Muchos de los conservado­res sureños con quienes yo hablo sobre el cambio climático lo ven como un asunto de partido en gran parte por el bombardeo lanzado por el exvicepres­idente.

Los científico­s marchando en oposición a un presidente republican­o recién elegido solo afianzará la división. La solución aquí no es el espectácul­o masivo, sino un esfuerzo aumentado por comunicar directamen­te con quienes no entienden el nivel en el cual el cambiante clima ya está afectando sus vidas. Necesitamo­s cuentistas, no manifestan­tes.

Créanme, entiendo el deseo de impartir sobre todos lo importante que es la ciencia para todos los sectores de nuestra economía, la salud de nuestro planeta y el futuro de nuestras familias. Pero no entiendo cómo una marcha lograría nada de esto. Si decenas de miles de nosotros aparecemos, simplement­e aumentará la magnitud de la caja de resonancia

No hay duda que la propuesta de Marcha por la Ciencia hará más difícil mi trabajo y aumentará la polarizaci­ón.

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