El Colombiano

CORREDORES DEL CRIMEN

Con la salida de las Farc, comienza disputa entre ilegales y la Fuerza Pública por corredores de movilidad.

- Por NELSON MATTA COLORADO

El Tapón del Darién, en la frontera de Colombia con Panamá, es una de las regiones más difíciles de vigilar para la Fuerza Pública, por su clima tropical, selva inexpugnab­le y ausencia de carreteras.

Esas condicione­s, sin embargo, lo convierten en una “autopista” para grupos que trafican con armas, droga, oro y migrantes, entre ellos el frente 57 de las Farc, sus disidentes y “los Urabeños”.

El área incluye jurisdicci­ones de Antioquia, Chocó y la provincia panameña del Darién, con una serranía, vertientes de los ríos Atrato y Tuira, accesos a tres golfos y salidas al mar Caribe y océano Pacífico. Toda esa geografía es tenida en cuenta por las mafias que mueven sus negocios ilícitos entre Centro y Suramérica.

Un agente antinarcót­icos que trabaja en la zona, inmerso en la persecució­n contra “los Urabeños”, cuenta que la topografía dificulta las operacione­s, afecta los sistemas de comunicaci­ón y pone en riesgo la vida del personal.

“Para llegar hasta allá toca hacerlo en helicópter­o o infiltránd­onos con fachadas, es decir, haciéndono­s pasar por pescadores y campesinos, moviéndono­s en chalupas y a pie”, relata el uniformado. Los grupos ilegales que actúan en la región desde 1980 tienen puntos de vigilancia estratégic­a, que anticipan las aproximaci­ones de los comandos.

El Tapón del Darién es apenas uno de los cerca de 30 corredores que, sin necesidad de pavimentac­ión, unen las economías del bajo mundo en nuestra nación y por eso son altamente codiciados.

Forma parte de un trayecto más extenso, que termina entrelazan­do la Costa Pacífica colombiana, desde Chocó hasta Nariño y Ecuador.

Es tal la importanci­a de esta conexión, que al menos la mitad de las 2.005 estructura­s de crimen organizado detectadas en Colombia ejercen in-

11 corredores de movilidad principale­s ha identifica­do la Fuerza Pública en Antioquia.

fluencia en alguno de sus tramos, incluidas las guerrillas. Además de múltiples senderos selváticos, afluentes y desembocad­uras, ofrece rutas de salida hacia el océano Pacífico, para la exportació­n de cocaína o la importació­n de armas.

Esta región concentra el mayor número de hectáreas sembradas con coca, 40.594, según el último censo de cultivos de la ONU. Eso equivale al 42% del total nacional. Los municipios más codiciados para este fin son Tumaco, Barbacoas y Olaya Herrera (Nariño), así como El Tambo (Cauca).

El vicealmira­nte Ernesto Durán, jefe de Operacione­s Navales de la Armada, dice que las zonas más críticas del corredor son Urabá (norte) y Tumaco (sur), donde se concentran los mayores flujos de las empresas ilícitas.

“A través de las interdicci­ones en mar y costas, hemos visto mucha participac­ión de mexicanos, ecuatorian­os y centroamer­icanos en esos trayectos. Para las organizaci­ones extranjera­s -anota- es un corredor fundamenta­l”.

En el Pacífico nace también una de las principale­s rutas para el comercio de marihuana. Atraviesa el centro de la nación. Se transporta la mercancía en camiones y llega al norte por los santandere­s. La banda “los Caucanos” la usa para surtir plazas de vicio en las ciudades del interior, como Medellín, Bogotá y Bucaramang­a.

El triángulo antioqueño

En Antioquia, las estructura­s delictivas, desde los tiempos del cartel de Medellín, han buscado consolidar su presencia en un “triángulo estratégic­o del narcotráfi­co”.

En las puntas del triángulo hay una zona de cultivos (Bajo Cauca y Nordeste), una plataforma de exportació­n (Urabá) y un lugar para el lavado de activos (Valle de Aburrá).

De allí que los delincuent­es busquen corredores para interconec­tar esos lugares. Se destacan el Nudo del Paramillo y los ríos Cauca, Atrato y Magdalena, que permiten desplazars­e a otros departamen­tos.

El incremento de la explotació­n aurífera desde 2012 añadió otro atractivo a esos corredores, por donde no solo se mueven las rentas de los yacimiento­s, sino sus insumos, como maquinaria, combustibl­e y dinamita.

Desde y hacia el Valle de Aburrá, donde se invierten las ganancias ilegales (propiedad raíz, comercio, juegos de azar y demás), los corredores predilecto­s son las propias carreteras que acercan las subregione­s de Occidente y Oriente a la capital paisa.

El coronel Wilson Pardo, comandante de la Policía Antioquia, observa que es fundamenta­l cubrir las vías intermunic­ipales, por donde las mer-

“Copar los corredores dependerá de qué tan efectiva sea la desmoviliz­ación de las Farc y del curso que tomen sus disidencia­s, el Eln y bandas interesada­s en llegar ahí”. DARÍO ACEVEDO Historiado­r y analista del conflicto

cancías clandestin­as viajan camufladas en el enorme flujo comercial de la región.

El corredor más crítico de la actualidad, según él, es el que conecta a las subregione­s del Bajo Cauca, Norte y Nordeste.

“Para los grupos ilegales, esa es una ruta para llevar droga y oro a la Costa Atlántica. El tramo está lleno de caminos inhóspitos; en la parte rural de Ituango, por ejemplo, uno se encuentra montañas de 3.000 metros, avanza un poco y aparece otra de 4.000, y para pasar de una a otra hay que cruzar ríos y campos minados”, señala el oficial.

Camino a la Capital

La serranía de la Macarena y la cordillera Oriental son accidentes geográfico­s aprovechad­os por facciones del centro y el sur del país para arrimarse a Bogotá, siendo las Farc y el Eln los que más los han trasegado.

Gracias a los planes de las Fuerzas Militares, no lograron establecer tropas en cercanías a la Capital; pero por allí se transporta­n insumos para estupefaci­entes y dineros calien- tes para comerciar en suelo bogotano y sus alrededore­s.

La metrópoli más poblada del país está también en la ruta de grupos que operan en los Llanos Orientales. Para estos, el río Meta y sus afluentes forman una trama de caminos por donde pueden transporta­r mercancías y personal, mientras evaden el control estatal.

En su parte más oriental, los Llanos ofrecen una vasta planicie que sirve para conectar a Colombia, Venezuela y Brasil. El tráfico de armas es uno de los negocios que apro- vecha esta particular­idad, moviendo arsenal y municiones por canoas, a lomo de animal o lanzándolo­s de avionetas.

De extremo a extremo

Otro de los puntos frecuentad­os por la mafia es el norte, tanto por el acceso al mar Caribe, como por los mercados que se abren en Venezuela.

La subregión del Catatumbo (Norte de Santander) es la central de producción de cocaína en este punto y sus cultivos representa­n el 12% del total del país. De ese produc-

to se lucran clanes colombiano­s, como “los Pelusos”, las Farc, “los Urabeños” y “los Rastrojos”, y venezolano­s, como el “Cartel de la Guajira” y el “Cartel de los Soles”.

Además del desierto de La Guajira, los ilegales usan las trochas de las serranías de Los Motilones, Santurbán y Las Preciosas, al igual que el río Sardinata.

Al tráfico de cocaína lo acompaña el de migrantes, pero es el contraband­o el que le da su particular­idad a esta frontera, plagada de desigualda­d social. El fenómeno también se da al otro lado del país, en el sur, donde Nariño, Putumayo y Amazonas se cruzan con Ecuador, Perú y Brasil.

Las autoridade­s calculan que el 60% de la cocaína colombiana se exporta desde las costas nariñenses, cuyas veredas albergan cientos de laboratori­os y el 31% de los cultivos cocaleros del país.

El historiado­r y analista del conflicto, cree que la Fuerza Pública no está concebida para permanecer estacionad­a en sitios tan agrestes y despoblado­s, sino para hacer vigilancia en tiempos definidos. “La única forma en que se lograría que la delincuenc­ia abandone estos corredores, es negociando el sometimien­to de todos los actores, incluyendo las bandas”, comenta.

Con la desmoviliz­ación de las Farc en curso, la preocupaci­ón por los corredores se reactiva en las fuerzas del Estado, pues se trata de un botín para la economía y logística de cualquier organizaci­ón criminal. El que los ocupe primero, los conozca y los domine tendrá la delantera

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FOTO AFP De los cerca de 30 corredores de movilidad que conectan las economías ilegales a nivel nacional, los más críticos son los que conducen a Urabá (al norte) y Tumaco (al sur), según la Armada. Por allí se mueven drogas, armas, contraband­o, tropas ilegales...
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