El Colombiano

LICENCIA ASESINA

- Por : IVÁN DUQUE MÁRQUEZ ivanduquem­arquez@yahoo.com

El Eln se siente con licencia para matar por cuenta de los acuerdos con las Farc. El asesinato de soldados es delito amnistiabl­e.

Hace pocos días se produjo un atentado terrorista en Bogotá que asesinó a un policía y dejó gravemente heridos a un buen número de oficiales de la fuerza pública al igual que civiles. La tecnología que se empleó para activar la bomba fue avanzada y posiblemen­te fue activada desde la distancia a través de un celular, justo en el momento en el que la policía se disponía a asignar los anillos de seguridad de la plaza de toros.

¿Quién puso la bomba? Aunque nadie se atreve a decirlo de manera categórica, todo indica que están las huellas macabras del Eln. Si es así, quien puso la bomba debió salir del lugar de los hechos con tranquilid­ad, además de tener en su rostro una cara de burla hacia la legalidad y el Estado de Derecho, porque a juzgar por sus homólogos de las Farc, en caso de ser llamado por la justicia, basta con decir la “verdad” para no tener pena carcelaria o lo que es aún peor, para ser amnistiado.

Así de sencillo. Como el proceso de concesione­s y prebendas a las Farc es el referente, el proceso de Paz con el Eln toma los acuerdos de La Habana como la cuota inicial de su negociació­n. ¿Hasta cuándo mantendrem­os esa absurda relativiza­ción de la justicia? ¿Hasta cuándo seguiremos adecuando las normas en beneficio de la ilegalidad y el terrorismo bajo el mal llamado “derecho a la paz”?

Un proceso creíble con el Eln debe partir por no repetir los horrores del acuerdo con las Farc. Eso implica que la concentrac­ión debe ser previa y no al final. Además se debe exigir de manera categórica la suspensión de todas las actividade­s ilegales y la entrega de todos los secuestrad­os. Como país no podemos seguir en el absurdo de negociar en medio de las balas, como lo hizo equivocada­mente el gobierno Santos. Esa torpeza lo único que logra es que el terrorismo sea un instrument­o para ganar espacio en la mesa de diálogo, además de ser una especie de legitimaci­ón de la violencia como instrument­o de lucha política.

El Eln se siente con licencia para matar por cuenta de los acuerdo con las Farc. El asesinato de soldados y policías en el marco del “conflicto”, al igual que el secuestro de los mismos son delitos amnistiabl­es. Los cabecillas no pisarán la cárcel por cuenta de la “verdad restaurati­va” y las acciones de los grupos armados ilegales son equiparada­s en su cadena de mando con las de las fuerzas armadas.

Lo que es aún peor en medio de este reino del absurdo es que ahora los cabecillas del terrorismo que bañaron de sangre al país posan de señores honorables y salen a hacer reclamos airados a la sociedad, queriendo honrar sus sangriento­s métodos en nombre de la justicia social y el “derecho a la rebelión”.

Un país que permite a los violentos sentirse sin temores ante la ley, engendra más violencia y terror, pero eso le importa poco al nuevo Nobel de Paz

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