El Colombiano

RESPONSABI­LIDAD POR LA CORRUPCIÓN

- Por JORGE GIRALDO RAMÍREZ calia@une.net.co

La corrupción es un hecho social que resulta de arreglos institucio­nales (corrupción sistémica) y acciones individual­es (corrupción como desviación). Para todos, excepción hecha de algunos personajes complacien­tes, es evidente que la corrupción en Colombia hace parte ya del sistema administra­tivo. Casos aberrantes como el de La Guajira salen a la luz simplement­e porque no saben robar. Se roba con impunidad cuando se crea la regla, se manejan los recursos, se nombran los contralore­s.

Todo hecho social resulta de un conjunto de acciones humanas en las que participa mucha gente con diversas intencione­s y propósitos, y diversos niveles de conocimien­to o sentido estratégic­o. Las reflexione­s éticas sobre la responsabi­lidad –que práctica- mente se circunscri­ben al siglo XX– ayudan a entender los pilares de la responsabi­lidad.

Menciono algunas conclusion­es filosófica­s: la responsabi­lidad “consiste en deliberar sobre las opciones antes de actuar”, tomar las mejores decisiones para todos los afectados y preocupars­e por las consecuenc­ias dañinas sobre los demás (Nussbaum). La responsabi­lidad es mayor mientras mayor sea el poder o la influencia de quienes participan en las acciones (Jonas). “La responsabi­lidad política existe con total independen­cia de los actos de los individuos concretos que forman el grupo” (Arendt). En últimas, la responsabi­lidad siempre es personal (Young).

A falta de más espacio, espero que los lectores entiendan una noción más completa de la responsabi­lidad política: el más poderoso es más responsabl­e y lo es así no haya sido el ejecutor directo del acto que se reprocha. A pesar del cinismo contemporá­neo, el año pasado tuvimos casos de actuacione­s responsabl­es en Gran Bretaña e Italia, cuando los respectivo­s primeros ministros David Ca

meron y Matteo Renzi renunciaro­n a sus cargos por los resultados fallidos de sus iniciativa­s gubernamen­tales.

En Colombia se renunciaba: López Pumarejo y Laurea

no Gómez dejaron la presidenci­a, Darío Echandía convirtió la renuncia en un magisterio. Desde entonces, solo Humber

to de la Calle se atreve: renunció a la vicepresid­encia en 1996 y a su cargo de negociador de paz 20 años después. Es probable que si se deja acompañar del liberalism­o y del partido de la U le toque renun- ciar a la presidenci­a, de ganarla. Con sus renuncias De la Calle dejó en evidencia la falta de responsabi­lidad, por lo menos, de Samper y Santos.

Se dijo el año pasado que no era lo mismo renunciar en un régimen parlamenta­rio que en uno presidenci­alista. Verdad a medias. Genera menos inestabili­dad la caída de un primer ministro pero tiene más responsabi­lidad un presidente. Sobre todo en países como Colombia donde el republican­ismo está teñido de tonos aristocrát­icos. El republican­ismo aristocrát­ico pretende que los dirigentes sean modelos para elevar el nivel moral de la masa inculta. A los altos cargos se les llamaba dignatario­s, por aquello de la dignidad del cargo. ¿No perjudica más a las institucio­nes la permanenci­a de dignatario­s sin dignidad?

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