QUE GRACIAS POR NO INVITAR
Muchísimo más que una forma de censura de prensa que violaría la Primera Enmienda constitucional de los Estados Unidos, la exclusión de varios medios periodísticos de la lista de invitados a una reunión en la Casa Blanca debería marcar una señal histórica para romper la antigua y dudosa relación social entre el poder y el periodismo.
El presidente estadinense es un antipolítico (outsider, como lo llaman). No tiene idea de buenas maneras. Comete imprudencias y disparates a troche y moche. No ha sido nada amistoso con el sector de la prensa que le ha sido más crítico desde su candidatura. Tan ajeno es al temperamento y los modales de los políticos, que no sabe guardar la calma y cede con extrema facilidad a las provocaciones, los comentarios negativos, las expresiones que portan evidente carga de ani- madversión. La práctica de una diplomacia excéntrica es uno de sus dos talones de Aquiles.
Las reacciones de Trump, desaforadas e insólitas, amplían el campo de las conjeturas y especulaciones: ¿Acaso la presunta ayuda de Putin a su campaña tenía como objetivo principal estimular la elección de alguien que pusiera en ridículo a los Estados Unidos, alterara su tradición de respeto a las libertades y las formas democráticas y dejara en tela de juicio su autoridad moral en materia de tolerancia frente a la prensa libre? Estas preguntas se ajustan a una mínima ilación lógica.
No veo en estos episodios de exclusión de reuniones y actos sociales, ni siquiera en las apreciaciones duras de Trump contra la prensa, un atentado real contra la libertad de expresión. Todo lo contrario. En una democracia como la que ha honrado a Es- tados Unidos, hasta el mismo Presidente tiene derecho a invocar la Primera Enmienda, así sea para descacharse. Si con los desatinos frecuentes pierde popularidad, fortalece un talante autoritario, se desacredita ante sus conciudadanos, se convierte en hazmerreír internacional, allá él.
Y los periodistas están en
Los periodistas debemos agradecerles a los dueños del poder que no nos inviten. Ser independiente es sostener contra viento y marea una distancia crítica.
el derecho y el deber de hacerle ver al mandatario el tremendo error en el que incurre con unas actuaciones que lo retratan como individuo recalcitrante, enemigo del pluralismo, ensoberbecido con las potestades que detenta y a un paso de convertirse en censor.
No es fácil comprender y practicar la independencia periodística. Por norma general, se ha aplicado con una cierta flexibilidad (¡en el país nuestro, ni se diga!), de tal modo que se invoca pero con atenuantes, en un sí es no es que acaba invalidándola: Ser independiente es sostener contra viento y marea una distancia crítica, abstenerse de cualquier acto público o privado que despierte la sospecha de trato preferente o familiaridad política, económica social con el poder. Los periodistas debemos agradecerles a los dueños del poder que no nos inviten