¿TODO AL REVÉS?
Uno de los grandes errores del Gobierno en relación con la negociación con las Farc, fue crear una división artificial y nociva de la sociedad.
Aseguraban el presidente y el negociador De la Calle que quienes no apoyaban ciegamente su acuerdo eran los “enemigos de la paz” y así poco a poco dividieron al país y lograron la reelección combinando, también ellos, varias formas de lucha: mermelada a los congresistas, la fractura de los partidos políticos, el estímulo a la doble militancia y, según dicen, alguno que otro recurso vía Odebrecht y unos varios votos “non sanctos”.
El primer paso para conse- guir la paz –la de verdad y no la de los eslóganes– es entender que hay una ecuación inquebrantable, en donde deben estar presentes la justicia, el desarrollo económico-social y la seguridad. Con este trípode podremos trabajar en la reconstrucción de una Nación que indiscutiblemente está fracturada, desesperanzada y desconcertada, pero a la que le podremos devolver la esperanza, si logramos que cada ciudadano entienda que en este proyecto tenemos que aportar todos y cabremos todos si aceptamos que el acatamiento a las instituciones y al imperio de la ley no están en discusión ni son negociables. Si logramos este consenso básico, podremos sobreponernos a la polarización que a tantos nos inquieta y molesta.
En la campaña del plebiscito, señalamos que el acuerdo NO era el mejor acuerdo posible y que tenía varios aspectos que debían modificarse. Sin embargo, el afán por una firma y por el reconocimiento, negaron la posibilidad de lograr el consenso nacional privilegiando la ecuación mencionada al comienzo de esta columna y buscando el aval del pueblo al nuevo acuerdo como se sugirió tantas veces al hacer propuestas para la renegociación.
Nada justifica la asimetría en el trato que reciben los miembros de las Farc y el desdén con que se atiende la situación de nuestros militares. No se explica por qué el Gobierno hizo hasta lo imposible por sacar adelante con celeridad la amnistía para miembros de las Farc y su posterior reglamentación en el decreto 277/17. Mientras tanto, es evidente la falta de garantías de los militares y policías detenidos por varios años, mientras el secretariado de las Farc y los responsables de crímenes de lesa humanidad y de guerra de ese grupo, no pasarán un solo día detenidos.
Un ejemplo impactante es el del general Uscátegui, condenado a 37 años, habiendo comprobado que su juicio se construyó con falsos testimonios probados, juzgados y condenados sin que se hubiera demostrado jamás la responsabilidad directa del general por la masacre de Mapiripán.
¿Por qué es más urgente garantizar que las Farc no paguen por sus delitos que ofrecer a los militares condenados unas penas máximas de 5 años y la libertad condicional inmediata de quienes estando detenidos por más de tres o cuatro años, no han sido aún condenados?
La asimetría que sufren hoy los militares y la falta de una justicia más eficaz nos obliga a pensar en el camino que estamos tomando como sociedad. Como decía el filósofo griego Demócrito “Todo está perdido cuando los malos sirven de ejemplo y los buenos de burla”