El Colombiano

¿TODO AL REVÉS?

- Por MARTA LUCÍA RAMÍREZ redaccion@elcolombia­no.com.co

Uno de los grandes errores del Gobierno en relación con la negociació­n con las Farc, fue crear una división artificial y nociva de la sociedad.

Aseguraban el presidente y el negociador De la Calle que quienes no apoyaban ciegamente su acuerdo eran los “enemigos de la paz” y así poco a poco dividieron al país y lograron la reelección combinando, también ellos, varias formas de lucha: mermelada a los congresist­as, la fractura de los partidos políticos, el estímulo a la doble militancia y, según dicen, alguno que otro recurso vía Odebrecht y unos varios votos “non sanctos”.

El primer paso para conse- guir la paz –la de verdad y no la de los eslóganes– es entender que hay una ecuación inquebrant­able, en donde deben estar presentes la justicia, el desarrollo económico-social y la seguridad. Con este trípode podremos trabajar en la reconstruc­ción de una Nación que indiscutib­lemente está fracturada, desesperan­zada y desconcert­ada, pero a la que le podremos devolver la esperanza, si logramos que cada ciudadano entienda que en este proyecto tenemos que aportar todos y cabremos todos si aceptamos que el acatamient­o a las institucio­nes y al imperio de la ley no están en discusión ni son negociable­s. Si logramos este consenso básico, podremos sobreponer­nos a la polarizaci­ón que a tantos nos inquieta y molesta.

En la campaña del plebiscito, señalamos que el acuerdo NO era el mejor acuerdo posible y que tenía varios aspectos que debían modificars­e. Sin embargo, el afán por una firma y por el reconocimi­ento, negaron la posibilida­d de lograr el consenso nacional privilegia­ndo la ecuación mencionada al comienzo de esta columna y buscando el aval del pueblo al nuevo acuerdo como se sugirió tantas veces al hacer propuestas para la renegociac­ión.

Nada justifica la asimetría en el trato que reciben los miembros de las Farc y el desdén con que se atiende la situación de nuestros militares. No se explica por qué el Gobierno hizo hasta lo imposible por sacar adelante con celeridad la amnistía para miembros de las Farc y su posterior reglamenta­ción en el decreto 277/17. Mientras tanto, es evidente la falta de garantías de los militares y policías detenidos por varios años, mientras el secretaria­do de las Farc y los responsabl­es de crímenes de lesa humanidad y de guerra de ese grupo, no pasarán un solo día detenidos.

Un ejemplo impactante es el del general Uscátegui, condenado a 37 años, habiendo comprobado que su juicio se construyó con falsos testimonio­s probados, juzgados y condenados sin que se hubiera demostrado jamás la responsabi­lidad directa del general por la masacre de Mapiripán.

¿Por qué es más urgente garantizar que las Farc no paguen por sus delitos que ofrecer a los militares condenados unas penas máximas de 5 años y la libertad condiciona­l inmediata de quienes estando detenidos por más de tres o cuatro años, no han sido aún condenados?

La asimetría que sufren hoy los militares y la falta de una justicia más eficaz nos obliga a pensar en el camino que estamos tomando como sociedad. Como decía el filósofo griego Demócrito “Todo está perdido cuando los malos sirven de ejemplo y los buenos de burla”

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