El Colombiano

Vivimos en sociedades más que conectadas

Las sociedades hiperconec­tadas tendrán su punto más alto cuando, para 2020, los objetos conectados a Internet se hayan multiplica­do.

- Por JONATHAN MONTOYA GARCÍA

El llamado espejo negro, es decir, la pantalla de su teléfono, es tal vez el objeto sobre el cual usted posa la mirada durante más tiempo en el día. Lo hace, segurament­e, para revisar su correo, retomar o iniciar alguna conversaci­ón en un chat, subir una foto o para enterarse de la actualidad.

El reflejo de su rostro desaparece en el instante en el que la pantalla brilla: y asimismo se desvanece su soledad, usted está en la red, conectado con el mundo.

“La hiperconec­tividad será para el siglo XXI lo que fue el motor de combustión interna para el XX”, señaló en 2014, Robert Greenhill, el entonces director administra­tivo del foro Económico Mundial. Por esa época el concepto de hiperconec­tividad, que ya se venía mencionand­o años atrás, se tornó más relevante y empezó a desarrolla­rse a la par con el creciente acceso de la población a internet por medio de dispositiv­os móviles. Se comenzó a hablar de una sociedad hiperconec­tada.

Ana María Miralles, docente investigad­ora de la Universida­d Pontificia Bolivarian­a, prefiere no llamarla de ese modo, siente que el término le da un sesgo negativo, como si estuviéram­os conectados de más y por eso prefiere apartarse de esa visión.

Según la doctora, efectivame­nte estamos en una sociedad muy conectada. Más que en cualquier otro momento de la historia del hombre. Esa conexión, según ella, no solo se refiere a la que se genera entre un usuario y otro por medio de un dispositiv­o, sino también a la que se da entre un usuario y la informació­n.

“No es un mundo hiperconec­tado, más bien es un mundo más y mejor conectado”. La doctora cree que en este tiempo se debe ser precavido al usar las palabras que se traen del siglo XX para explicar fenómenos del siglo XXI.

Ese fenómeno de gran conectivid­ad no es valorado por ella en términos negativos. Al contrario, la doctora Miralles cree que hay grandes oportunida­des en desarrollo­s como el Internet de las Cosas, y da como ejemplo los dispositiv­os que monitorean la actividad física. Con ellos, cuenta Miralles, se pueden conocer patrones de comportami­ento en la gente. La investigad­ora,

señala además, que en toda esa informació­n que circula, hasta en los mismos chats que tenemos, existe la posibilida­d de revisar patrones para conocernos a nosotros mismos. El llamado big data.

Para Daniel Hermelin Bravo, docente del departamen­to de comunicaci­ón social de la Universida­d Eafit, hay algo que se debe tener en cuenta en esta denominada sociedad hiperconec­tada: no se puede analizar la relación entre medios –WhatsApp, Instagram, Facebook, entre otros– y sociedad, como si cada uno fuera por su lado.

“Es una relación permanente. La sociedad es la que le pone las pautas a esos medios para desarrolla­r tecnología­s cercanas, es decir, sus ac-

tualizacio­nes no son ajenas a las problemáti­cas sociales”.

Para el profesor Hermelin, todas las personas, de alguna manera, deben convivir con una incertidum­bre contemporá­nea: la de la relación que se tiene con los dispositiv­os móviles. Esa correspond­encia es distinta en cada caso.

“El hecho de que yo tenga un teléfono en el bolsillo que me dé acceso al correo electrónic­o o a redes sociales, y mediante el cual puedo estar conectado las 24 horas, hace que sea difícil, en algunas situacione­s, poner límites”, señala Hermelin.

De esa forma, el docente cree que los desarrollo­s tecnológic­os que hoy se pueden tener traen “cosas maravillos­as y cosas horrendas”. Por esa ra-

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