MI APPALACHIA NO FUE LA DE TRUMP
Soy un liberal de West Virginia. Eso no solía ser inusual. Recuerdo cuando la gente del estado era liberal, y lo que el liberalismo significaba para sus vidas.
En 2016 una mayoría de los electores de West Virginia apoyaron a Donald J. Trump, y muchos expresaron odio hacia Barack Obama. Pero la última vez que estuve activo en la política del estado, en 1960, el estado era líder en la desegre- gación de colegios como respuesta a la decisión Brown vs. Junta Educativa. John F. Ken
nedy ganó el estado por una amplia margen, y yo era uno entre una gran mayoría de demócratas elegidos a la Cámara de Delegados del estado, junto con un puñado de republicanos. Hoy esa pequeñísima minoría es la mayoría.
¿Entonces cómo llegamos de allá hasta aquí? 1960 era parte de lo que yo llamo la era Roosevelt, un período que duró más o menos desde 1933 hasta 1965. Se caracterizó por una política y un ethos de generosidad. Empezó con actos individuales de generosidad durante la Depresión cuando madres, apenas ellas mismas entre los pudientes, daban de comer a los hombres que venían a las puertas de sus cocinas.
El hombre del común era respetado, hasta era un héroe cultural. Will Rogers, una de las figuras más adoradas de la nación, se llamaba así mismo un niño del campo. Mi padre, un abogado, se llamaba así mismo un hombre común, como lo hacían muchos de sus amigos. El resultado fue que el progreso hacia la igualdad salarial estuvo acompañado de progreso significativo hacia la igualdad racial y religiosa. El antisemitismo extendido cuando la era empezó, disminuyó en gran parte hacia 1965, y el anticatolicismo, que significaba prejuicio contra irlandeses e italianos, desapareció casi totalmente.
El año 1965 fue cuando todo empezó a cambiar. Primero estuvo Vietnam. La oposición a la guerra tendió a dividir al país por líneas de clase, con la élite con educación superior evitando el servicio militar y dejando la lucha y la muerte en manos del hombre común. Yo estaba en contra de la guerra, pero preocupado por la división de clase. Me parecía que demasiados miembros de la élite educada no solo sentían que eran moralmente superiores a quienes apoyaban la guerra sino que incluso empezaron a sentir desprecio pretencioso contra los menos sofisticados en cuestiones que iban desde no asistir a los colegios correctos hasta no saber nada sobre el vino o, horror de los horrores, vestir ropa de poliéster.
Aunque muchos electores de Trump son, como los mineros de carbón de West Virginia, miembros de la clase obrera económicamente angustiada, también hay un gran número de personas que viven cómo- damente pero tal vez no asistieron a los colegios correctos.
Tarde en la década de los 60, el movimiento de derechos civiles se convirtió en parte de la solicitud del reverendo Martin Luther King Jr. por la regla de oro hacia una aserción más agresiva del poder negro - “Si América no se deja convencer”, dijo el activista H Rap Brown, “la vamos a quemar”- la cual asustó al estadounidense blanco común. Y cuando esos mismos blancos vieron afectada la educación de sus hijos por parte de lo que consideraban el experimento social del transporte, impuesto por la élite liberal, uno los podía ver empezar a moverse hacia el conservatismo y un renacimiento del prejuicio que la noviolencia del Rey había progresado tanto para superar.
Este creciente antagonismo cultural fue exacerbado por el movimiento de control de armas que creció tarde en los años 60 después de los asesinatos de King y los hermanos Kennedy - un empujón liberal que vino justo cuando el crimen violento estaba aumentando y muchas personas sentían la necesidad de armarse para defender sus hogares.
De manera similar, cuando el movimiento anti-aborto creció en respuesta a la decisión Roe v. Wade en 1973, los liberales se vieron reacios a reconocer la opción moral involucrada en el aborto. A medida que pasaron los años, los mismos liberales que despreciaban el hecho de que los negadores del cambio climático no aceptaban evidencia científica eran a su vez reacios a enfrentar la evidencia científica de la viabilidad temprana de un feto.
Para mí, el fracaso más enloquecedor de la élite liberal fue que demasiados de sus miembros sintieron indiferencia ante la disminución de la porción de los ingresos corporativos dedicados a los salarios.
No va a ser fácil para los liberales recuperar estados rojos como West Virginia. Rush Limbaugh, Fox News y Donald
Trump han tenido demasiado éxito al promover sentimientos feos como el odio sin sentido hacia Barack Obama. Pero los liberales pueden comenzar el camino de regreso si dejan de herirse ellos mismos, si abogan juego justo para todos, y en lugar de despreciar a los electores de Trump como tontos y racistas, escuchan sus preocupaciones. ¿Si no escuchamos, cómo vamos a persuadir? ■