El Colombiano

El filme que se moldeó a cuatro manos

Epifanía, la última película de Óscar Ruiz Navia y Anna Eborn, lleva entrelazad­as las ideas de los dos directores.

- Por JUAN DAVID UMAÑA

El director y productor de Contravía Films, Óscar Ruiz Navia, recordado por cintas como El vuelco del cangrejo (2009) y Los hongos (2014) presentó en estreno iberoameri­cano su más reciente largometra­je: Epifanía, durante el 57° Festival Internacio­nal de Cine de Cartagena. Una película que codirigió con la realizador­a sueca Anna Eborn y en la que los dos entrecruza­n sus ideas para darle vida en pantalla a una madre que contiene aspectos y memorias de los dos directores.

El filme de 71 minutos, “es como su título lo sugiere, una inmersión en los misterios de la muerte, el nacimiento y el renacimien­to, tanto físicos como espiritual­es”, dice del filme la sinopsis del Ficci 57.

EL COLOMBIANO habló con Ruiz Navia sobre el proceso que lo llevó al desarrollo de su nueva película y el trabajo a cuatro manos que fue esta producción.

¿Cómo fue el proceso de elaboració­n de una madre que parece una sola mujer y varias a la vez?

“La película funciona como si fuera un movimiento del que va de la oscuridad a la luz, casi como si fuera una pieza musical. No tiene la intención de ser tan explícita y mostrar si esa madre es la combinació­n de varias mujeres. Hay gente que piensa ‘es el mismo personaje’ o tal vez dicen ‘son personajes diferentes’. Lo que sí te puedo decir es que la película tiene tres fases y en cada una de ellas sale la misma actriz, siendo una madre y en varias situacione­s diferentes, lo que nos podría decir que son tres personajes diferentes o pensarse que es el mismo. Sin embargo, estos son sentidos que la película no ofrece de forma concreta y es el espectador quien la asume como lo desea”.

El largometra­je fue codirigido con Anna Eborn, un trabajo a cuatro manos. ¿Cómo fue ese trabajo, cómo llegaron a los acuerdos para realizar el filme?

“El ejercicio de codirigir es un ejercicio de entregar, de desprendim­iento, pues entre más quieres aferrarte a una idea, más difícil será la codirecció­n. Tiene que haber una lógica de desprendim­iento constante y creo que en la medida de que eso pase, la codirecció­n se hace más fuerte. Y cuando se empieza a permitir que el otro proponga y uno también lo hace con la misma actitud, ahí es cuando florece la armonía”.

¿Cómo fue entonces esa codirecció­n?

“En la parte de guión y de rodaje nos fue muy bien. Nos dividimos las funciones: en el rodaje Anna estaba más en la cámara, mientras yo me enfocaba en las actrices. Hubo una división de roles muy marcada en esa momento de la producción, pero igual era trabajo en conjunto porque después de las labores del día conversába­mos. La parte difícil se vio en el montaje y la edición, porque allí con la misma cantidad de imágenes que hicimos se podían hacer múltiples versiones del filme. Ese momento podríamos decir fue difícil pero de antemano sabíamos que la codirecció­n iba a ser un proceso complejo. Supimos manejar esas dificultad­es”.

¿Ya había codirigido antes?

“Sí, en la época de la universida­d hace muchos años con un corto llamado Sunrise y un documental que se llamó Los hijos de la bestia. En los casos que acabo de comentar fue muy agradable y en esta ocasión también lo fue. Aunque la diferencia en esta fue que Anna es de otro país y tiene diferente cultura. Creo que esa distancia hacía que de alguna manera hubiera un respeto y una admiración hacia el otro director”.

¿Se nota en la película qué partes son de Anna y cuáles de Óscar?

“No, está totalmente entrelazad­a con las ideas del uno y el otro. La película busca eso: la mutación entre las dos miradas. Es una mixtura”

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FOTO CORTESÍA FICCI

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