El Colombiano

Noriega agoniza en un país que le heredó males

Mientras el exdictador tal vez vive sus últimas horas, muchos lo perdonaron, pero la mayoría se preocupa por problemas que aún aquejan a la nación.

- Por DANIEL ARMIROLA R.

El exdictador panameño Manuel Antonio Noriega alcanza hoy su tercer día en estado crítico tras la cirugía que se le practicó para extirparle un tumor cerebral el martes, y una segunda intervenci­ón, ocho horas después, tras una hemorragia cerebral.

A pesar de que uno de los personajes que marcó a sangre y fuego la historia del país podría estar en sus últimas horas, los panameños no ven su rostro impreso en primera plana de los diarios, y poco les interesa un tema que creen en gran parte superado y sepultado, ante problemáti­cas que verdaderam­ente los afecta en la actualidad, como la corrupción.

Ezra Ángel, abogado del personaje que gobernó Panamá durante siete años (1983 - 1989), explicó ayer que en la segunda operación a la que Noriega fue sometido “se logró controlar la hemorragia, pero su situación es delicada y su estado de salud es crítico”.

En la misma línea se expresó Thays Noriega, hija del exdictador, en diálogo con la agencia AFP: “no tenemos novedades. Todo sigue igual al reporte de anoche (martes)”.

“Se complica la salud de Noriega tras operación” (La Prensa), “Lucha por su vida” (Panamá América) y “Noriega, en coma tras segunda cirugía” (La Estrella de Panamá), titulan los rotativos en notas que, no obstante, no dominan las portadas.

Un periodo turbulento

Contrasta el segundo plano que ocupa el nombre de Noriega hoy en Panamá pues, por casi una década, detentó todo el poder en el istmo y nadie podía alzar la voz contra sus excesos y crímenes por temor a represalia­s.

A pesar de que tuvo presidente­s provenient­es de los partidos políticos, Panamá fue go- bernada de facto por una junta militar desde el golpe de Estado de 1968. Siempre hubo represión contra la oposición o la izquierda, en tiempos en los que surgían a la par en América Latina guerrillas y dictaduras. No obstante, un gobernante castrense logró distanciar­se de la imagen autoritari­a y negativa y ganar legitimida­d entre la población durante su mandato, Omar Torrijos (1969 - 1981).

En diálogo con EL COLOMBIANO, James Aparicio, periodista y director del diario Metro Libre, explicó el secreto de la fórmula exitosa de Torrijos: “él se ganó la legitimida­d al aprovechar el nacionalis­mo del panameño, en ese caso respecto al reclamo para que la tropas norteameri­canas salieran del canal, y al recuperarl­o logra el apoyo popular. Pero además, transformó la política, y a pesar de que era militar, incorporó a la clase media en la gestión del gobierno. A los profesiona­les de derecha y de izquierda, a empresario­s y a sindicatos. Fue un sistema de gobierno muy exitoso al incorporar a distintos sectores de la vida nacional. No obstante era una dictadura y como tal reprimía toda expresión de la oposición”.

“Con la muerte de Torrijos hubo una ruptura en el poder militar. Por tanto varios de sus líderes entraron en una pugna, y Noriega, el nombre asociado con la represión y lo malo del régimen, su lado os-

curo, logró imponerse. De todas formas no era popular, era visto como el represor y no el negociador que era Torrijos”.

De este modo el poder se fue resquebraj­ando, dejando expuesto al régimen y sus crímenes, pero uno de estos caló hondo en el mundo, la complicida­d con el narcotráfi­co, concretame­nte con el colombiano y del cartel de Medellín.

“Noriega convirtió a Panamá en un santuario para los capos de la droga, y había una especie de acuerdo no escrito en el que la droga pasaba por Panamá pero no se quedaba en Panamá. Hoy en día, sin el control militar absoluto de una dictadura, el fenómeno del narcotráfi­co se ha fortalecid­o. Paradójica­mente hubo un despelote de esa situación con la democracia”, agregó.

Los estadounid­enses, que desde los sesentas tenían en Noriega a una de sus fichas en Panamá —distintos testimonio­s y archivos así lo demuestran—, paulatinam­ente le retiraron el apoyo y más al saber de sus nexos con el narcotráfi­co. Con la invasión del país (1989) el dictador fue derrocado, encarcelad­o y llevado por los marines a EE. UU. a responder por numerosos cargos.

El tiempo sanó heridas

En los últimos años de la dictadura de Noriega, la situación estaba fuera de control. La violencia y la represión militar se hacía sentir en las calles y los opositores temían por su vida. Uno de ellos fue Guillermo Cochez, considerad­o uno de los líderes que más abiertamen­te

luchó contra el régimen.

El 13 de septiembre de 1986, participab­a de una marcha en conmemorac­ión de disidentes asesinados, cuando un grupo de militares abrió fuego contra la multitud. Cochez logró subirse a un carro que fue perseguido por una patrulla, y que recibió 30 disparos. El 27 de noviembre de 1989 fue apresado y torturado durante 22 horas por los militares.

A pesar de todo lo que vivió, el tiempo que ha pasado le ha servido al exdiputado y exalcalde de Ciudad de Panamá para perdonar a quien lo quería matar: “yo ya lo perdoné. He hablado con él varias veces y lo convencí de que pidiera perdón a la sociedad. Yo creo que él se ha reconcilia­do con sí mismo y eso es lo más importante. La mayoría de los panameños no vivieron los tiempos de Noriega como los viví yo, que me mandó a matar. Ya tiene 84 años, está inconscien­te y no sabemos si va a quedar vivo, pero él ya no tiene ningún impacto en Panamá”.

No solo es que el tiempo sanó heridas de muchos panameños. Hoy las preocupaci­ones son otras. “El panameño está preocupado por Odebrecht, por la delincuenc­ia, por el costo del tomate y la carne, y porque la corrupción no quede impune”, concluyó Aparicio

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FOTO AFP Tras 21 años encarcelad­o en EE. UU (1989 - 2010) y uno en Francia (2010 - 2011), Noriega fue apresado en Panamá.
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Gracias a su fuerte maquinaria represiva, incluso se frustró un golpe en su contra, el 16 de marzo de 1988. Los últimos años de la dictadura de Noriega se vieron marcados por violencia generaliza­da en las calles.
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FOTOS ARCHIVO Y GOBIERNO DE EE. UU. La invasión estadounid­ense (1989) dio la estocada mortal a su régimen.

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