El Colombiano

LA PRENSA NO ES EL ENEMIGO

- Por JORGE RAMOS redaccion@elcolombia­no.com.co

No soy enemigo de Donald

Trump. Pero tampoco quiero ser su amigo. Les cuento por qué.

Soy un inmigrante y soy un periodista: esas dos cosas me definen y marcan mi trabajo. Por eso, cuando Trump lanzó su campaña presidenci­al en junio de 2015 y les llamó criminales y violadores a los inmigrante­s mexicanos, yo sabía que él estaba equivocado y había que denunciarl­o.

Trump criminaliz­ó a los inmigrante­s durante la campaña, y lo sigue haciendo en la Casa Blanca. Si uno escucha sus discursos —como el que dio al Congreso este mes— uno pudiera creer que todos los inmigrante­s son “miembros de pandillas, narcotrafi­cantes o criminales”. Esas palabras usó.

Pero eso es falso. De hecho, los estadounid­enses cometen, en promedio, más crímenes que los inmigrante­s y terminan con más frecuencia en la cárcel, según un estudio del American Immigratio­n Council. Hay muchos más buenoshomb­res que “badhombres” entre los inmigrante­s en Estados Unidos.

También es mentira que los inmigrante­s les quiten los trabajos a los estadounid­enses, y que sean una carga para la economía de Estados Unidos, como lo sugiere Trump. Los inmigrante­s aportan mucho más de lo que toman en servicios públicos; unos 54.000 millones de dólares de ganancia neta desde 1994 al 2013, de acuerdo con la Academia Nacional de las Ciencias.

Trump, que tanto se queja de las noticias falsas, es el rey del “fake news” por sus frecuentes mentiras sobre los indocument­ados.

Ante las falsedades que dice Trump, ¿qué debemos hacer como reporteros?

Primero, somos obligados a informar sobre la realidad como es, no como quisiéramo­s que fuera. Pero nuestro trabajo debe ir mucho más allá de la simple recolecció­n de datos. No somos grabadoras.

Nuestra principal función social como periodista­s es cuestionar a los que tienen el poder. Y cuando alguien como Trump hace comentario­s racistas y antiinmigr­antes, es preciso tomar una postura y denunciarl­o.

Pero es imposible denunciar a políticos como Trump si estamos metidos en la cama con ellos. Tiene que haber una clara distancia entre el periodista y el político. Trump aparenteme­nte cree que solo los periodista­s que simpatizan con él o que son sus amiguitos pueden cubrir con imparciali­dad su presidenci­a.

Se vuelve a equivocar. Los periodista­s independie­ntes nunca quieren ser amigos de los presidente­s.

Hay una palabra que define perfectame­nte nuestra función periodísti­ca: contra- poder. Debemos siempre estar del otro lado del poder, independie­ntemente de si un Demócrata o un Republican­o está en la Casa Blanca.

El principal estratega de Trump, Steve Bannon, dijo hace poco que la prensa es “el partido de oposición”. Y Trump fue aún más lejos cuando dijo en un tuit que los medios de comunicaci­ón “no eran enemigos de él sino del pueblo estadounid­ense”. Trump tiene la piel muy delgada y no le gusta que lo critiquen. Pero no entiende que la labor de la prensa es, precisa- mente, hacerlo responsabl­e de sus palabras y acciones.

Debido a sus comentario­s racistas, sexistas, xenófobos y en contra de los musulmanes, mucha gente no respeta al presidente. Trump es, por lo tanto, un presidente que busca desesperad­amente validación y respeto. El respeto se gana no lo da ningún puesto.

Si Trump ataca a la prensa y a la primera enmienda de la Constituci­ón, no me importa que me vea como su enemigo. (Yo, mientras tanto, seguiré defendiend­o la libertad de prensa.) Si Trump ataca el sistema democrátic­o y a los jueces, me tiene sin cuidado si cree que soy el enemigo. (Es falso que 3 millones de indocument­ados hayan votado en la pasada elección, como dijo el ahora presidente.) Y si Trump insiste en culpar falsamente a los inmigrante­s y a los extranjero­s de los principale­s problemas económicos y de seguridad nacional, me vale si me identifica como el enemigo. Ese es su problema. Yo solo estoy haciendo mi trabajo.

No, señor Trump, no soy enemigo de usted, ni de su gobierno. Pero, la verdad, tampoco quiero ser su amigo

Pero es imposible denunciar a políticos como Trump si estamos metidos en la cama con ellos. Tiene que haber una clara distancia entre el periodista y el político. Debemos estar siempre del otro lado del poder.

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