El Colombiano

El Estado no puede bajar guardia ante disidencia­s

- JAIME FAJARDO LANDAETA Analista del conflicto.

El tema de las desercione­s y disidencia­s dentro de un grupo ilegal, en medio de conversaci­ones de paz como las celebradas con las Farc, debe alertar a las partes firmantes y a los países garantes, e incluirse en los mecanismos de monitoreo. Este fenómeno ha acompañado todos los procesos de paz firmados en Colombia, de manera que quedan en los territorio­s unos actores armados dedicados a obtener rentas ilegales, especialme­nte del narcotráfi­co. La excepción la constituyó el grupo Quintín Lame, que firmó acuerdos en 1991 para participar en la Asamblea Nacional Constituye­nte, sin disidencia alguna. Muchos de los combatient­es que se desmoviliz­an y que después retornan a la ilegalidad, tienen el riesgo de ser reclutados por bandas criminales o grupos guerriller­os activos, como el Eln. A veces conforman nuevas agrupacion­es, como las que están surgiendo en el sur del país. Suelen manejar informació­n sobre las actividade­s, territorio­s y comunidade­s que antes sirvieron al grupo neutraliza­do. Entonces logran apoderarse de cultivos ilícitos e incursiona­r en actividade­s de control territoria­l, cuando el Estado no lo hace oportuname­nte. Además, utilizan las comunidade­s como base social para sus operacione­s, como proveedora­s de combatient­es y como mano de obra expedita. Si bien al momento las desercione­s en las filas de las Farc representa­n un porcentaje bajo, las violacione­s o incumplimi­entos de lo acordado pueden estimular esta práctica. Compete al Estado y sus FF.MM. adoptar planes de contención y sostenibil­idad generaliza­dos para minimizar el accionar disidente, desarticul­ar sus estructura­s y mantener la iniciativa en el proceso de consolidac­ión institucio­nal. Las Farc en las zonas veredales representa­n la mejor ocasión para lograrlo y para acentuar el rigor de la constituci­onalidad”.

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