El Colombiano

LA FLOR DEL MUTUALISMO

- Por ELBACÉ RESTREPO elbacecili­arestrepo@yahoo.com

Azucena Vélez, una colombiana ejemplar en el anonimato, de las que más sabe de mutualismo.

Noche de Colombiano­s Ejemplares. Noche de reconocimi­entos, todos tan merecidos. Noche para sentir que sí hay con quién. Noche de esperan- za. Noche de darme vueltas en la cabeza una persona…

Se llama Azucena Vélez. Peina canas y es tan delicada como la flor que lleva su nombre, pero no por eso carece de fuerza. El señor Juan Luis Mejía, uno de los jurados del premio, dijo que un colombiano ejemplar es “el que actúa de acuerdo a sus conviccion­es, que es coherente entre el pensar y el actuar y no espera retribució­n por sus actos”. Y Azucena me cupo ahí, enterita, en esa definición.

El mutualismo es una pasión de la que habla con propiedad y convicción. No en vano le ha dedicado más de treinta años de su vida.

A la luz de la economía, el mutualismo es una institució­n sin fines de lucro que brinda servicios a sus asociados a través de sus mismas contribuci­ones, donde aplica como en ninguna otra parte aquello de “la unión hace la fuerza”. Pero tristement­e, esta figura tan cercana a los pobres, ha sido despreciad­a e ignorada en Colombia. La palabra no aparece ni en las políticas oficiales.

La mutualidad es una de las formas de uso del dinero desde que se inventó, no para evitar el sufrimient­o sino para aliviarlo. Sigue vigente y está por encima de la separación por sexo, raza, credo y clase.

El mutualismo asumió como su primera actividad la protección exequial, porque la muerte, que trae mucha tristeza para los humanos, tiene un agravante para los pobres: la carencia de recursos la hace más penosa. En la antigüedad se construían monumentos funerarios para que los emperadore­s, faraones y reyes se perpetuara­n. Entre tanto, esclavos y siervos encargados de esta tarea, se unían para crear un fondo común que les permitiera, al menos, una simple tumba.

Así nacieron los fondos para la ayuda solidaria, que luego motivaron la aparición de las asegurador­as y los sistemas de protección en salud.

De los fundamento­s del mutualismo también hacen parte preceptos tan elementale­s como “hoy por ti, mañana por mí” y “ayúdate que yo te ayudaré”, como una manera de contrarres­tar el asistencia­lismo que tantos adoran porque les permite exigir sin colaborar y recibir sin dar.

Azucena, una colombiana ejemplar en el anonimato, quizá una de las personas que más sabe de mutualismo en Colombia, clama por más mutuales en los barrios populares y en los municipios, “para seguir convocando a la hermandad, a una búsqueda de soluciones colectivas que hagan la vida amable para todos”.

Porque ha de saber usted, que lee el periódico sobre un colchón mullido, que en el mundo hay personas que no tienen, literalmen­te, con qué enterrar a sus muertos, arreglar un techo que deja pasar el agua humillante o comprar un fogón para cocinar lo poco que pueden comer… Tantas necesidade­s básicas y ninguna posibilida­d de acceder a un sistema crediticio donde, como bien dijo alguien, uno tiene que demostrar que no necesita la plata para que se la presten. De ahí la importanci­a de las microfinan­zas mutualista­s para los negados de la banca y las cooperativ­as financiera­s.

¿Que cien mil pesos no son nada? ¡Para que vea que sí! Hay personas a quienes la vida se les arregla con lo que otros se gastan en dos hamburgues­as

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