El Colombiano

QUE EL GOBIERNO FIJE POSTURA CON BANDAS

- Por CARLOS ALBERTO GIRALDO carlosgi@elcolombia­no.com.co

El aumento de la presencia de las bandas criminales en el país, en hombres y territorio­s, obliga al Gobierno Nacional a precisar cuál es su política militar y jurídica frente a esas organizaci­ones y a poner en marcha estrategia­s definitiva­s para su desarticul­ación.

Mientras que la indefinici­ón se mantiene, esas organizaci­ones afianzan su participac­ión en la cadena del narcotráfi­co (desde los cultivos ilícitos hasta el envío de droga) y crecen los riesgos de confrontac­ión con el Eln, de atropellos a la población civil y de alteración del proceso con las Farc, tanto en las zonas desocupada­s por esa guerrilla como en las que se dé su reubicació­n.

Son numerosos los indicios de que desde el Ejecutivo, algunos actores políticos y otras personalid­ades, además de la Iglesia Católica y la misma Fiscalía, se tejen contactos y acercamien­tos con voceros e intermedia­rios de estructura­s como el “Clan del Golfo” y “la Oficina”, para buscar salidas que lleven al desmonte de un fenómeno que está a mitad de camino entre el “narcotráfi­co puro” y el “paramilita­rismo de vieja data”.

Las mismas Farc, en los acuerdos con el Estado, aceptaron abrir una ventana que dé paso a alternativ­as y mecanismos de sometimien­to de esos grupos. En documentos incautados a miembros del Clan del Golfo, por ejemplo, se lee que hay una “doctora” encargada de las gestiones ante los facilitado­res y puentes con el alto gobierno.

En entrevista con este diario, el alto comisionad­o de Paz,

Sergio Jaramillo, aceptó que sería posible, pero puso por ahora la responsabi­lidad de la tarea en manos de la Fiscalía.

Congresist­as de izquierda, de aquella izquierda tradiciona­l que no aceptaba años atrás que hubiese algún tipo de diálogo con grupos que considerab­an “expresione­s de paramilita­rismo” amparado por el Estado, hoy ven la posibilida­d de desactivar esos actores de violencia mediante acuerdos de entrega al aparato judicial, con condicione­s de favorabili­dad que ellos exigen, en especial en el tiempo de las penas privativas de la libertad.

De hecho, las pruebas documental­es de las gestiones de los representa­ntes de las bandas rezan que en ningún momento se trata de “una negociació­n”, pero queda también claro que no habrá extradició­n a los Estados Unidos, como ocurrió con los jefes de las autodefens­as, en 2008.

Por qué no se le habla claro al país del tema y se anuncia si, como lo exigiera Washington, la única opción es el combate militar y la captura o la “baja” de los miembros de las bandas, o si se abrirá paso a alguna solución jurídica. Todo ello porque, entre tanto, siguen matando líderes, desplazand­o comunidade­s y haciendo del país un mar de coca

El Gobierno debe decidir el camino militar o jurídico frente a las bacrim.

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