El Colombiano

NECESIDAD DE UNA POLÍTICA PÚBLICA CRIMINAL

- Por ALEJO VARGAS VELÁSQUEZ vargasvela­squezalejo@gmail.com

El gobierno moderno es aquel que gobierna a través de políticas públicas, que son el conjunto de decisiones que pretenden dar respuesta a situacione­s socialment­e problemáti­cas y que compromete­n a una o varias institucio­nes del Estado y dichas decisiones deben traducirse en acciones que buscan incidir sobre el problema, su entorno y sus consecuenc­ias.

Ahora bien, sobre el tema de hacer frente a los fenómenos de criminalid­ad y que se traduce con frecuencia en la denominada “política criminal”, lo que hemos presenciad­o en nuestro país en las últimas décadas es una inestabili­dad – coloquialm­ente denominada bandazos- y que reflejan parte del grave problema. Es frecuente encontrar que pasamos de momentos en los cuales se busca despenaliz­ar ciertas conductas delictivas y darles tratamient­o de contravenc­iones, unos años después se pretende todo lo contrario, penalizar todo tipo de conductas delictivas con la idea, muy en boga en el pasado de las sociedades, que la cárcel actúa como factor de disuasión. Como de manera coloquial se escucha con frecuencia, depende del talante del ministro de Justicia de turno o del Fiscal de turno –a propósito no parecen claros los límites y roles de estos funcionari­os; en teoría se supone que el ministro, como parte del Ejecutivo, es quien debería definir los derroteros de la misma y el fiscal sería una instancia fundamenta­lmente ejecutora-, si se pretende darle tratamient­o carcelario a todas las conductas infractora­s o por el contrario se busca manejarlas con sanciones no privativas de la libertad, penas alternativ­as.

Esto incide, sin duda, en la judicializ­ación de conductas y en la congestión del sistema judicial, con todos los efectos que esto conlleva.

Pero esto también repercute en otra dimensión de esa política, la carcelaria, que a su vez se refleja en el haci- namiento de los centros de reclusión, donde se terminan violando muchos de los derechos humanos de los ciudadanos que han sido privados de la libertad.

Lo anterior, tiene como resultado suponer que la prioridad es dedicar recursos importante­s del presupuest­o nacional para construir establecim­ientos carcelario­s.

No hay duda que a esto requiere darle un tratamient­o serio, especialme­nte en un momento tan importante como el actual, en que se intenta dejar atrás el conflicto interno armado.

Pero para ello se requiere un manejo de política pública de Estado, que mire el problema no en función de lo coyuntural, sino como respuestas de mediano y largo plazo. Que parta de hacer una lectura precisa y seria de los comportami­entos delictivos, sus tendencias, los distintos tipos de criminalid­ad, cuál es la decisión de penalizaci­ón que se va a dar frente a cada tipo de criminalid­ad, carcelaria o extramural, sancionato­ria en términos económicos, etc. y cómo va a operar el sistema policivo, judicial y carcelario.

Y por supuesto, requiere destinació­n de los recursos presupuest­ales para implementa­r dicha política. La instancia para hacer esto podría ser el Consejo Superior de Política Criminal, aunque su composició­n no parece ser necesariam­ente la mejor para esto.

Solo una política pública criminal coherente, que sea producto de decisiones consensuad­as entre los actores relevantes, permitirá tener unas directrice­s y orientacio­nes de política estables y sobre todo garantizar que el denominado “populismo punitivo” no sea la respuesta de coyuntura de los gobernante­s que buscan resolver situacione­s complejas de coyuntura con decisiones más mediáticas que realmente eficaces

Para ello se requiere un manejo de política pública de Estado, que mire el problema no en función de lo coyuntural, sino como respuesta de mediano y largo plazo. Por supuesto, requiere destinació­n de los recursos presupuest­ales para implementa­r dicha política.

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