El Colombiano

Libros con fama de difíciles

Hay obras de literatura que resultan complejas. A veces, por la experiment­ación de los autores.

- Por JOHN SALDARRIAG­A ARCHIVO EC Y CORTESÍA

Cuentan que cuando apareció la novela El ruido y la furia, de William Faulker, hubo periodista­s que le manifestar­on al autor: “La hemos leído dos veces y no la hemos entendido. ¿Que nos recomienda?” “Que la lean por tercera vez”.

Esa novela es una de las más celebradas el escritor norteameri­cano, ganador del Premio Nobel en 1949, y una de las que resultan, para algunos, de difícil lectura.

Cuenta la historia de una familia decadente del sur profundo de Estados Unidos. Los Compson. Está narrada en primera persona por tres integrante­s de esa familia, Benjamin o Benjy, un débil mental; Quentin, un estudiante de Harvard, y Jason, un pragmático. Solo el último capítulo está narrado en tercera persona, pero desde el punto de vista de Dilsey, otro de los personajes. De esos capítulos, el del estudiante, cuenta hechos de 1910; los otros tres, de 1928.

Sin embargo, para sortear el enredo, uno podría sugerir al lector que tenga paciencia. No pocos de quienes abren el libro pueden haber claudicado sin apenas avanzar por el primer capítulo, contado por el idiota. Lo notará extraño, acaso infantil. Sus descripcio­nes aluden por momentos a lo que sucede cerca del cerco de la casa. A lo que pasa por la cabeza de este sujeto con notorios problemas de comunicaci­ón. Y como el autor no tiene por qué avisarle a nadie que quien está hablando es un tipo con debilidad mental, es el lector quien va descubrién­dolo a medida que avanza. Bo puede menos que exclamar que se trata de una narración magistral: si uno pudiera meterse en la mente de un idiota, así y solo así tendría que ver la vida y hablar.

“Pero esta novela, que en- cierra su complejida­d —comenta el escritor y periodista Juan José García Posada—, se deja leer porque el autor tiene un ágil estilo periodísti­co”.

Novela experiment­al

«Tic. Un muchacho sin ver estaba en la puerta. No veía a Bronce. No veía a Oro. Ni a Ben ni a Bob ni a Sim ni a Gregori ni a Jarros ni a Richie ni a Pat. Ji ji ji ji. No ve quién hay aquí.

Sientobloo­m, grasientob­loom observa las últimas palabras. Suavemente. Cuando mi patria ocupe tu lugar entre. Prrprr. Debe ser el borg». Dejemos aquí el fragmento de Ulises, de James Joyce, otra de esas obras que se han ganado fama de complejas. En este caso, porque se trata de una novela experiment­al. Tal vez la más experiment­al de todas.

Cuenta lo que pasa en un día de la vida de Leopold Bloom y Stephen Dedalus. El 16 de junio de 1904. Lo que ven por las calles de Dublín y pasa por sus mentes.

“Muchos hablan de Ulises y pocos lo han leído —dice Juan José—. La dejan por voluminoso y exigente”.

Este periodista cree que a veces las traduccion­es tienen la culpa de eso. Otras veces, la experiment­ación del escritor, su intención de salirse de cánones tradiciona­les. Recomienda a quienes no están cómodos en un libro, que busquen otro. Hay tanto para leer y muchas cosas pueden ser de nuestro gusto. No vale la pena sudar con un relato.

Otros podrían decir que sigan la enseñanza del filósofo Estalislao Zuleta: elogiar la dificultad y continuar intentando meterles el diente

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