El momento actual es el más brillante en la historia del ciclismo colombiano. Nairo Quintana, Sergio Henao, Egan Bernal, Fernando Gaviria y “Rigo” Urán contrastan los escándalos del poder.
El momento actual es el más brillante en la historia del ciclismo colombiano. y “Rigo” Urán contrastan los escándalos del poder.
La bandera colombiana recibe algo de viento fresco con el paso de un pelotón de ciclistas que está en lo más alto de la élite mundial. Que triunfa en Europa, en Asia e incluso en América misma. En medio de la turbulencia de escándalos de corrupción del poder político y público, aquellos muchachos se atraviesan en el camino de desconcierto e indignación que transita el país. Sería injusto no reconocer ahora que su campaña deportiva es la mejor que haya vivido nuestro deporte profesional de todos los tiempos.
De la cloaca de Odebrecht y las redes por las que corren sus aguas turbias habrá que ocuparse los próximos días, a medida que se decantan las investigaciones, las inculpaciones, las pruebas y las responsabilidades. Así que, entre tanto, hay que darles paso a los campeones recientes de carreras tan emblemáticas como la París-Niza y la Tirreno-Adriático: Sergio Luis Henao y Nairo Quintana. Y aplaudir a otros que les siguen con gran paso: el embalador Fernando Gaviria, la joven promesa Egan Bernal y los experimentados Rigoberto Urán y Jarlinson Pantano.
Mientras que en la radio, por ejemplo, algunos compa- triotas en el exterior expresan su vergüenza por tener que presentarse como ciudadanos de una nación defraudada por episodios de infiltración y coimas, que salpican a campañas presidenciales y conocidos dirigentes, otros paisanos levantan con orgullo sus banderas en las líneas de meta y reciben el ánimo consolador de ver a Quintana levantar su tridente de campeón en Italia.
Igual pasó el domingo cuando el antioqueño Sergio Luis Henao batalló sin tregua, en la encopetada costa azul de Niza, para derrotar a uno de los corredores más destacados de la última década: el español Alberto Contador.
Nairo y Sergio protagonizan uno de los momentos más estelares de la historia deportiva nacional. Son, respectivamente, tercero y cuarto en la clasificación de ruta de la Unión Ciclística Internacional (UCI). Proeza en el nivel del alto rendimiento y las hazañas de una disciplina que lleva al límite la condición humana. Con ellos, es admirable el desempeño de un embalador como nunca lo había tenido el país, que el lunes pasado venció sin complejos al campeón mundial de ruta Peter Sagan en la sexta etapa de la Tirreno-Adriático. En el lote de esa carrera que terminó ayer sobresalió, además, un muchacho de apenas 20 años, Egan Bernal, nacido en Cundinamarca, que aunque corría por primera vez una prueba de exigencia World Tour terminó segundo entre los jóvenes.
Los títulos son la constatación del trabajo planificado a largo plazo que, gracias a alianzas público-privadas, ahora recoge frutos y triunfos de calibre superior. Una estampa de legítimo optimismo (y tal vez de escape y refugio) en un país donde entre tanto aúllan la decepción y el malestar por los titulares que ganan las maniobras de corrupción.
En ese mapa de realidad de alto relieve, vale la pena ponderar la carrera paciente y persistente, aguerrida y arrojada, de un puñado de ciclistas que ya no solo coronan cimas inhóspitas y heladas sino que son capaces de batirse en el llano y mostrar el desarrollo inmenso e integral de tantos deportistas colombianos.
Hay que distinguirlos como ejemplo de imagen y resultados excepcionales. Ejemplo que, en contraste, la opinión pública ve desvanecerse con vértigo en la descolgada de otros protagonistas y dirigentes de la vida nacional