LA COPA ROTA
¿Qué sería de los colombianos sin alcohol? Esta droga líquida parece haber forjado la nacionalidad. Se consume para sí o para no. Por felicidad o por despecho. Antes del entusiasmo, vibra el alcohol. Antes de la violencia, el alcohol facilita la altanería.
¿Cuántos niños son hijos del licor? Deseados o no, son concebidos en un arrebato de embriaguez. La conciencia calla, sumergida entre vapores. El instinto rompe amarras y la biología completa la tarea descomunal.
Igual sucede con la muerte. El machete limpio de las guerras civiles no trabaja tan limpio. Es impulsado por las ferocidades de la chicha. Es difícil descargar la sentencia afilada, con la plenitud de los sentidos.
A medio camino entre la vida y la muerte, la cotidianidad de los colombianos está humedecida de bebida. Fiesta, funeral, cansancio, euforia, toda la gama de sentimientos se asocia al riego líquido.
A sus 40 y pocos años, ya de regreso de su consulado en Génova, Italia, el filósofo de Envigado Fernando González comparó el comportamiento de sus compatriotas con el de los europeos.
En dos párrafos de “Los Negroides”, su problemático ensayo sobre la Gran Colombia, sintetizó así su visión acerca de la embriaguez: “Todos los híbridos suramericanos son borrachos. El alcohol produce en ellos efectos terribles. El 99 % de los delitos colombianos proceden del aguardiente. De este proceden los versos, los discur- sos y las leyes.
“Los pueblos europeos usan el alcohol como adorno de fiestas y, raras veces, como veneno: ahogar remordimientos, penas, etc. En Suramérica se usa para dar valor a los soldados, para atreverse, para ser capaz, es decir, reemplaza a las virtudes. El suramericano que no está borracho, no hace nada, ni siquiera leyes¨.
En pocas palabras, no tenemos arranque pero tenemos aguardiente. Por supuesto, en los 80 años transcurridos desde la escritura de este ensayo (1936), es mucho lo que ha crecido la variedad y oferta de sustitutos para las virtudes. En lugar de paciencia, cocaína; en vez de esfuerzo, heroína, y así.
El alcohol, claro está, es barato, aglutina a los amigos, está en todas partes como un buen dios, no es perseguido por la ley, no se le niega a nadie. ¿Qué sería de los colombianos sin aguardiente? El veneno que ahoga los define, es hilo conductor de la historia negroide