El Colombiano

PAÍS DE JUECES E INDIGNADOS

- Por ROSA ANGÉLICA MEZA V. Universida­d Pontificia Bolivarian­a Facultad de Com. Social, 9° semestre rosangelic­a951@hotmail.com

Nos creemos jueces; juzgamos sin siquiera ver las pruebas, confrontar la informació­n, tomar una actitud crítica frente a los casos. Somos como un ciego detrás de su lazarillo, dejándonos llevar, solo que en su caso es por impediment­o, en el de nosotros, es porque aún pudiendo ver, nos tapamos los ojos...

Lo peor de todo es que estamos convencido­s que podemos jugar a ser Dios, a condenar, a despotrica­r, pero, sobre todo, a hablar y no hacer nada al respecto. Las redes sociales se han convertido en el vertedero de mierda de nosotros los jueces y los indignados, porque también me incluyo ahí, como buena colombiana, que hablamos mucho y hacemos poco.

Recuerdo cómo días anteriores al plebiscito en Colombia y el mundo entero se discutía acerca del tema con un sin fin de argumentos; algunos ciertos, otros falaces, pero lo realmente importante de esto, era cómo debatían en las redes, compartían artículos, inventaban chismes y hasta creaban memes. Al final, cuando no había explicació­n que valiera, porque lo fundamenta­l era convencer al otro que uno era quien tenía la razón, se trataban de ignorantes y ya no había discusión sino pelea.

Lo mejor de todo fue ver cómo el 2 de octubre de 2016, solo el 37,37 % de la población se paró de su cama a votar, lo que demostró, una vez más, que nos importa poco el rumbo de este país, y que hipócritam­ente vociferamo­s una lucha constante por las redes sociales para aparentar que sí estamos al tanto de las novedades políticas, que sí ejercemos nuestros derechos como ciudadanos, pero va uno a ver la realidad y como dirían popu- larmente, del dicho al hecho hay mucho trecho.

Lo que nos toca ahora a los colombiano­s es aprender a brindar el beneficio de la duda, a dejar de señalar, a informarse mejor y a no tragar entero, porque nos ahogamos. Tenemos el deber, con nuestro país, con nuestras familias, a hacer lo que decimos, porque como reza la frase proverbial “el infierno está empedrado de buenas intencione­s”

Tenemos el deber, con nuestro país, con nuestras familias, a hacer lo que decimos.

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