El Colombiano

Presidente, acábenos de enterar

Si el presidente Santos condena las “verdades a medias” que rodean el ingreso de USD 400.000 de Odebrecht a su campaña 2010, él es el llamado a dar claridad y abrir sus libros, incluso los de 2014.

- ESTEBAN PARÍS

La posibilida­d de que el Consejo Nacional Electoral (CNE) considere que a casi siete años de la campaña presidenci­al de 2010 el plazo para iniciar alguna investigac­ión ya venció, según el artículo 52 de la Ley 1437, Código de Procedimie­nto Administra­tivo, las responsabi­lidades políticas, éticas e incluso penales, si las hubiere, continúan vigentes. Si el presidente Juan Manuel Santos, como él mismo lo dijo, acaba de enterarse, y si pretende que los cuestionam­ientos a la legalidad de los recursos que financiaro­n su elección no tengan como germen “verdades a medias” de sus antagonist­as, bien podría empezar por aportar los documentos, las explicacio­nes y las disculpas necesarias al país.

Debe advertirse que Roberto Prieto, entonces coordinado­r operativo de la campaña Santos Presidente, ya aceptó en público que se recibieron USD 400 mil para pagar la impresión de dos millones de afiches de propaganda. “La irregulari­dad -ha dicho él mismo- es evidente”.

Esta autoinculp­ación, que llegó después de repetidas negaciones y contradicc­iones de Prieto los últimos 20 días frente a los contactos y aportes de Odebrecht, en momentos en que Santos heredaba el capital político de su jefe y presidente en ejercicio Álvaro Uribe, exigen explicacio­nes amplias, detalladas y prontas a la opinión pública.

Las salpicadur­as de lo dicho por Prieto alcanzan para que el presidente Santos incluso abra a los organismos interesado­s los libros de su campaña reeleccion­ista 2014. Ya por la nómina algo parecida de colaborado­res que lideró su equipo hace tres años, como por la diligente y necesaria disposició­n que debe mostrar para rendir cuentas ante los electores propios y ajenos.

Dar por sentada la caducidad de los hechos ante la competenci­a del CNE, en la perspectiv­a de un potencial juicio de responsabi­lidades administra­tivas, e informar al país que apenas (anteayer) el presidente pudo enterarse de lo ocurrido siete años atrás, no deja sin piso eventuales irregulari­dades que pueden cruzar al terreno de lo penal, por enriquecim­iento ilícito o por falsedad y fraude en documento privado, si se establece que la campaña no reportó esos dineros y que pasaron a terceros que, a su vez, agenciaron piezas publicitar­ias con recursos entregados, en otra anomalía más, por una persona jurídica extranjera, lo cual está prohibido en la Ley 996 de 2005.

Contraria a la tesis de que después de tres años de ocurridos los hechos el CNE pierde competenci­a, magistrado­s del organismo aseguraron a este diario que la Ley de Garantías los ampararía para que, tras conocer eventuales irregulari­dades, revisen los ingresos de las campañas. Entre las sombras contables aparecen luces jurídicas.

Dada la bajísima aceptación y popularida­d que acompañan al Gobierno en las encuestas y la cotidianid­ad; ante lo bochornoso de estos episodios, según palabras del mismo presidente, y debido a las dudas de si realmente él se enteró del ingreso de esos dineros a su campaña, es obvio que una verdad completa reposa en las manos del mismo Juan Manuel Santos.

Si a juicio del jefe de Estado Odebrecht era una transnacio­nal con una división dedicada al soborno, lo menos que él puede hacer es enterarnos bien sobre si aquella empresa corruptora vulneró sus huestes. Dejar el asunto al cruce interminab­le de opiniones, incluida la del presidente, es despreciar la verdad de los documentos y las pruebas. Los adjetivos y comunicado­s de lugares comunes y estériles no sacarán al país de tanta incertidum­bre

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ILUSTRACIÓ­N

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