El Colombiano

SE ESCONDE LO IMPORTANTE

- Por DIEGO ARISTIZÁBA­L desdeelcua­rto@gmail.com

A veces siento miedo de llegar a pensar literalmen­te esto que escribió Frank Kafka en su diario en 1918: “Odio todo lo que no se relaciona con la literatura, las conversaci­ones me aburren (aun cuando se relacionan con la literatura), visitar a la gente me aburre, las alegrías y las penas de mis parientes me aburren en el alma. La conversaci­ón anula la importanci­a, la seriedad, la verdad de todo lo que pienso”. ¿Qué me consuela? Que yo no veo la literatura como una forma de aislamient­o sino como una manera de participar en los escenarios de la vida, de entenderla. A mí los libros me sirven para descubrir al otro, así sienta que me hacen falta dos eternidade­s para saber mínimament­e qué es eso de la humanidad.

Esta semana, en el suple-

mento cultural de El País de España, Babelia, leí las reflexione­s de Pierre Lemaitre y John Ban

ville sobre el papel de los libros en el convulso presente. La conversaci­ón se dio por correo electrónic­o antes de verse en Barcelona, dentro del festival literario Kosmopolis.

Algunos libros pueden cambiar el mundo, afirmó

Pierre Lemaitre, solo algunos, aclara, como “El capital” o la “Biblia”. Sin embargo, si preguntamo­s si las novelas han cambiado el mundo, la respuesta es no, no lo han cambiado. Ahora, si la pregunta es si la “ficción” ha cambiado el mundo, “creo que debemos responder sí. La cantidad de historias que nos contamos a nosotros mismos desde que adquirimos el lenguaje contribuye enormement­e a forjar y desarrolla­r nuestra visión del mundo”.

Por su parte, John Banville respondió que toda novela cambia la sensibilid­ad de su lector, aunque sea de manera infinitesi­mal, luego renegó del concepto de “género”. “La buena escritura es buena escritura, y la buena escritura se puede encontrar en cualquier forma”, incluso en el manual de instruccio­nes de un lavavajill­as. Esto le quita peso a quienes solo creen en el canon.

Pero lo que más me llamó la atención, o lo que me ayudó a no temerle a lo planteado por Kafka, fue lo que dijo Lemaitre: “La literatura es una gran máquina para descifrar el mundo. Cada novela propone al lector una misión del mundo determinad­a, es decir, una forma de verlo, abordarlo y comprender­lo. En ese sentido no existe nada más ‘real’ que la ficción. La herramient­a de la literatura es la emoción. La emoción (positiva, negativa: empatía, horror, deseo, duda, odio, etc.) que siente un lector mientras lee una ficción le permite ver el mundo desde el ángulo que sugiere el novelista”.

Lo que dejan los libros para mí es pura vida, son verdades que se desvanecen entre obra y obra; por eso cada que termino uno que me gusta deseo que muchos se acerquen a él para lograr ese diálogo universal que empieza en silencio. La buena literatura es el arte que nos hace ver la vida con otros ojos. Si entendiéra­mos eso, estoy seguro de que la cotidianid­ad de nuestra sociedad sería muy distinta

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