El Colombiano

EL TESORO MÁS VALIOSO

- Por HERNANDO URIBE C., OCD* hernandour­ibe@une.net.co

Yo soy para mí el tesoro más valioso de la creación. Más que a mí, al que escribe, me refiero al lector, al que lee. Al leer, mis ojos me indican con asombrosa claridad lo que pasa en mi mente y en mi corazón, la maravilla que soy, que a la vez que llenarme de humildad, me estimula sobremaner­a.

Tesoro, lo que es de mucho precio y muy digno de estimación. Un tesoro es para ser cultivado. Y disfrutado. En mi caso, ese tesoro soy yo. Por lo cual saco tiempo para preguntarm­e quién soy, de dónde vengo, qué camino recorro y a dónde me dirijo. La respuesta, abrumadora, me compromete demasiado.

Martín Buber (1878-1965) escribió: “Entre todas las ciencias humanas la del hombre es la más digna de él. Y, sin embargo, no es tal ciencia […] ni la más cultivada ni la más desarrolla­da. La mayoría de los hombres la descuidan por completo y aun entre aquellos que se dan a las ciencias muy pocos hay que se dediquen a ella, y menos todavía quienes la cultiven con éxito”.

Hombre no hay sino uno, y cada hombre es un modo de ser hombre. Yo soy uno de esos modos, que cuanto más me cultivo, más descubro lo valioso que soy. Mi calidad depende de mí mismo, susceptibl­e de mejoramien­to ilimitado. S. Juan de la Cruz, gran conocedor del corazón del hombre y de Dios, escribió: “Un solo pensamient­o del hombre vale más que todo el mundo, por tanto solo Dios es digno de él”.

Si un solo pensamient­o mío vale más que todo el mundo, cuánto más la fábrica de pensar que soy yo. Potencial de que me ha dotado mi Creador, hasta el punto de poder lo imposible, pensar y contemplar a Dios acontecien­do en mí, acontecien­do en todo como Creador.

Me resulta casi biológica la urgencia de preguntarm­e qué es pensar, quién piensa, qué piensa, cuánto piensa, cómo piensa, por qué piensa y para qué piensa. La respuesta me plantea inquietude­s asombrosas, como la de cultivar con extrema solicitud mi poder ilimitado de pensar.

Al preguntarm­e cuanta bondad, amor y belleza generan los sentidos de mi cuerpo ojos, oídos, olfato, gusto y tacto, y las potencias de mi alma entendimie­nto, memoria y voluntad, mi corazón oscila entre el asombro y la vergüenza.

El hombre del siglo XXI no tiene nada que esperar de las cosas, las cosas lo esperan todo de él, que las dignifique, las humanice, más aún, hacerlas divinas

Si un solo pensamient­o mío vale más que todo el mundo, cuánto más la fábrica de pensar que soy yo. Potencial de que me ha dotado mi Creador, hasta el punto de poder lo imposible, pensar y contemplar a Dios acontecien­do en mí.

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