VERSOS PARA UNA ALERTA ROJA
Tiene razón Héctor Rincón al advertir, en medio de la alerta roja decretada en Medellín, el papel nefasto que ha tenido la tala de árboles en esta emergencia ambiental y en todas las anteriores. Lo dijo antenoche en el programa “Semana en vivo”, de María
Jimena Duzán, en el que participó desde su casa en Sabaneta nuestro conocido periodista, quien además criticó la manera fanfarrona, según su expresión, como el alcalde ha manejado la crisis y decretado algunas medidas que intentan solucionar los síntomas, mas no atacar las raíces de la enfermedad.
Qué pena con vos, Federico, pero es cierto. Y fue bueno que Rincón mencionara un problema que se está olvidando en medio de mediciones del aire contaminado, de informaciones téc- nicas y de consejos no tan acertados para capear la situación. Si las administraciones municipales, esta y las anteriores, hubieran sido más drásticas y juiciosas a la hora de otorgar licencias y ceder ante constructores y urbanizadores, otro gallo estaría cantando entre la neblina ácida (calima, lo recordó Rincón, la llamábamos antes y era más benigna) que embadurna los amaneceres de este Valle de Aburrá, ahora sí un verdadero valle de lágrimas, lloradas por enfermedades reales, por incapacidades gubernamentales, por remordimientos ciudadanos.
Como se recordará, el año pasado en Medellín se cometió un aberrante arboricidio en el sector de La Mota, al lado de la Clínica de Las Américas, en el que se arrasó un inmenso terre- no que había sido cobijo de grandes árboles en un sector altamente contaminado. Todo para construir un nuevo centro comercial, otro dinosaurio urbanístico de cemento que traerá más contaminación. Fue otro de los grandes crímenes ecológicos cometidos en esta Medellín que ahora tose y se ahoga entre el smog y la calima. Y llora lo irremediable, no con las lágrimas de cocodrilo de sus gobernantes.
P.D.: Son las seis de la mañana de hoy, viernes. Escrito lo anterior, abro la ventana, respiro el aire enrarecido, aquí, casi al frente del bosque talado del que acabo de hablar. Y susurro unos versos del poema “Elegía para los árboles cortados”, del poeta español Juan Bautista
Bertrán (1911- 1985), sacerdote jesuita por más señas. Versos para esta alerta roja:
“Porque es sensible el árbol, fiel y noble./ Es como el perro entre los vegetales./ La flor es inconstante. Solo dura/ su amistad unos días. Pero el árbol/ es como estos sirvientes de la casa/ que nos vieron nacer, y que hasta saben/ de la madre y abuelos, cuando niños…/ Compañero leal y bondadoso”.
Y sigue así el poeta: “Es en el bosque majestad, grandeza;/ en el parque, retiro; y en la calle/ jovial sonrisa verde que atenúa/ adusteces monótonas de asfaltos/ y cementos armados. Un incendio/ de frescura inocente en primavera/ un incendio de cobre en la otoñada”. (…)“Con el derrumbamiento van segados/ con hoz de olvido muchos días nuestros…”. Lloremos, pues, por los árboles cortados