El Colombiano

La también ayuda a contar y punto

Un caso llamativo de algunos escritores es la experiment­ación con los signos de puntuación. Los omiten o usan a su modo.

- Por JOHN SALDARRIAG­A

José Saramago tiene varias obras —Historia del cerco de Lisboa, por ejemplo— en que solo usa comas; Gabriel García Márquez tiene

un cuento —El último viaje del buque fantasma—, en que solo usa comas y una novela —El otoño del patriarca— que no tiene puntos aparte, salvo al final de cada capítulo; Darío Ruiz Gómez tiene un cuento —Un papel sucio gira entre los cuartos—, en que por momentos no usa puntuación. El uso o la abolición de estos signos no es escasa. Leamos otros casos:

Samuel Beckett tiene un experiment­o literario —Cómo

es—, que carece de puntuación; el polaco Jerzy Andrzejews­ki tiene una novela —Las puertas del

paraíso—, que consta de dos párrafos: uno de 40.000 palabras y el otro de una línea, y ninguno de los dos tiene puntos en su interior; Camilo José

Cela escribió Cristo versus Arizona usando un solo punto. Algunos escritores, en sus búsquedas y experiment­os estilístic­os, hallan que todos los elementos que tienen a mano, palabras, párrafos, signos de puntuación, sus herramient­as y materiales, pueden convertirs­e en recursos expresivos que enriquecen su lenguaje.

De donde partió todo

James Joyce es el pionero de este asunto. En su obra Ulises rompe los esquemas existentes hasta ese momento, 1922. Uno de los experiment­os es con los signos de puntuación. “El irlandés —dice Darío

Ruiz Gómez—, estableció una nueva relación con la palabra y con la elaboració­n de la novela. Había un agotamient­o de los viejos esquemas, linea-

les y previsible­s. Con los cambios llegó una relación distinta del lector con el texto”.

Si hay normas para el uso de los signos de puntuación, ¿por qué unos escritores se dan libertad de transgredi­rlas?

José Saramago responde por sí mismo; no por todos: “(...) Yo eliminé toda puntuación. Incluso cuando aparece un punto o una coma, no son señales de puntuación sino son señales de pausa al igual que en la música”.

Para reñir con esos signos es necesario tener conocimien­to de ellos y dominar su uso. Tener intencione­s. Azorín dice que estas licencias no son porque sí: “Cada autor tiene su librito, es decir, su estilo. Y cada autor puntúa a su modo. No solo es cuestión de escribir, sino que es menester ver cómo vamos poniendo los puntos y las comas. No basta decir: ‘yo voy a poner punto y coma donde los demás ponen punto. Y voy a poner punto donde la generalida­d de la gente pone punto y coma’”.

Más que una curiosidad del mundo de las letras, el uso particular de los signos de puntuación es la muestra de que en la creación literaria un autor puede hacerse cargo de todos los elementos de que dispone para contar, como el artista plástico tiene a mano los colores en su paleta y los usa, mezcla o evita como siente que debe hacerlo

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