EDITORIAL
El gobierno de Donald Trump comenzó a desmontar las políticas y programas ambientales de su antecesor en contra de las evidencias científicas. En el Valle de Aburrá sucede algo parecido.
“El gobierno de Donald Trump comenzó a desmontar las políticas y programas ambientales de su antecesor en contra de las evidencias científicas. En el Valle de Aburrá sucede algo parecido”.
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, expidió una orden para eliminar las distintas medidas ambientales impuestas por su predecesor en la Casa Blanca.
Cumple una de sus promesas de campaña, en la que entonces, como ahora, junto a los asesores que ha designado para cargos en el tema ambiental, ha negado que el cambio climático sea real, llamándolo invento de los chinos.
Aunque varias de las medidas que pretende eliminar tendrán que pasar por nuevo proceso legislativo, otras son de desmonte inmediato.
Entre estas figuran terminar la moratoria en la minería de carbón en tierras federales y detener la mitigación de los efectos del cambio climático en las agencias del gobierno.
Busca revisar el Plan de Energías Limpias, bandera de Barack Obama, que imponía restricciones a las plantas energéticas. La meta de la pasada administración era reducir las emisiones 30% a 2030 con respecto a 2005.
Trump analiza si Estados Unidos debe seguir en el Acuerdo de París contra el Cambio Climático, pero el desmonte del control a las emisiones no es el mejor augurio.
A la par la Organización Meteorológica Mundial reveló su informe del clima en 2016, en el cual la temperatura estuvo 1,1 °C sobre la era preindustrial, el más caliente en 132 años de registros. Cada año del siglo ha estado 0,4 °C sobre el promedio 1961 a 1990.
Un calentamiento que ha derivado en eventos climáticos extremos más frecuentes. Estados Unidos, de acuerdo con Patricia Espinosa, secreta- ria ejecutiva de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, padeció 15 desastres climáticos severos, cada uno con pérdidas mayores a US $1000 millones.
“No hay ningún lugar seguro para ningún país, sea desarrollado o en desarrollo”, recalcó la funcionaria.
En febrero, la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera fue de 404 partes por millón, dos más que en igual mes de 2016, el registro más alto en 800 000 años.
Lo que parece alejado de nuestra realidad toca todo el planeta, como dijo la Señora Espinosa, incluso Colombia. El Ideam reveló que los glaciares avanzan hacia su desaparición en las próximas décadas, situación que aparte de las afectaciones turísticas y del paisaje, dejaría sin agua a unos dos millones de colombianos.
La decisión del Presidente de Estados Unidos no solo parece egoísta con el resto del planeta y contra todas las evidencias, sino que podría desestimular a naciones que han suscrito el pacto para reducir emisiones y estabilizar la temperatura de la Tierra.
Y así como inquietan las medidas del gobierno Trump, en Medellín los ciudadanos no dejan de preguntarse y de criticar por qué el alcalde de Medellín, Federico Gutiérrez, y la Junta del Área Metropolitana se apresuraron a desactivar el pico y placa de seis dígitos debido a la emergencia ambiental, cuyas bondades se notaron pronto, pudiendo más los reclamos de algunos sectores que la necesidad de haber saneado más el aire.
Los asuntos medioambientales urgen un gobierno firme. Las personas jurídicas y naturales deben recibir el mensaje contundente de que las autoridades del Valle de Aburrá van a poner la casa en orden para cuidar el aire que respiramos. Medellín y el Aburrá no pueden cargar con otro estigma: el de la región más contaminada del país.
Una determinación, como las del gobierno Trump, en contra de las evidencias