El Colombiano

CUANDO MIENTE EL PRESIDENTE

- Por JORGE RAMOS redaccion@elcolombia­no.com.co

En Estados Unidos hay un presidente que miente mucho. En un par de meses, Donald

Trump se ha quedado sin credibilid­ad —y esto es muy grave porque, cuando realmente necesite que los estadounid­enses le crean, ya no sabremos si lo que dice es verdad o mentira.

Trump tiene un largo camino de mentiras. Durante años aseguró que el presidente Barack Obama no había na- cido en Estados Unidos. Hasta que, por fin, un buen día dijo públicamen­te que Obama había nacido en el estado de Hawaii. Trump nunca se disculpa; solo cambia de tema.

Trump mintió también en un tuit en noviembre sobre los supuestos “millones de personas que votaron ilegalment­e” en las pasadas elecciones y que le hicieron perder el voto popular. No solo eso: En su primera reunión con líderes del congreso en la Casa Blanca volvió a repetir la mentira, reportó The

New York Times, y dijo que de 3 a 5 millones de indocument­ados habían votado.

Todo esto es falso, pero Trump cree que al repetir sus mentiras la gente lo va a creer.

Lo que sí está claro es la aversión de Trump por los inmigrante­s. Su campaña presidenci­al comenzó con una gigantesca mentira al decir que los inmigrante­s que envía México “traen drogas, traen crimen y son violadores”. Atención: Trump nunca dijo “algunos” o “unos pocos”. Quiso convertir a todos los inmigrante­s mexicanos en delincuent­es, y eso es totalmente falso. (El 97 % de los indocument­ados nunca ha cometido un crimen serio, según el Mi- gration Policy Institute).

La última gran mentira de Trump fue en otros dos tuits. El sábado 4 de marzo escribió en Twitter: “Terrible, me acabo de enterar que Obama ordenó que me espiaran en la Torre Trump...”. Unos 14 minutos más tarde preguntó: “¿Es legal que un presidente espíe antes de una elección? ... Qué bajo ha caído”.

No sabemos que estaba pasando esa mañana en el hotel del presidente en Mar-aLago, Florida, pero Trump y su celular se convirtier­on en una máquina de mentiras. Aparenteme­nte nadie del equipo presidenci­al se atreve a contradeci­r al presidente aunque esté equivocado.

La mentira de Trump fue refutada por el director del FBI, James Comey, quien dijo en el congreso: “No tengo ninguna informació­n que apoye esos tuits”. Traducción: El principal espía del país salió en televisión nacional a decir que su jefe estaba mal.

Es muy poco presidenci­al que Trump se levante en La Florida y se ponga a disparar mentiras contra un exmandatar­io sin tener ninguna evidencia. Lo menos que le podemos pedir al líder de la principal su- perpotenci­a mundial es que corrobore lo que va a decir en Twitter —o que respire unos segundos antes de apretar el botón de envío.

Estos son tiempos muy difíciles. El país está partido por la mitad. Millones no votaron por Trump, y ven con preocupaci­ón sus mentiras y sus comentario­s racistas.

No entiendo por qué un presidente que quiere cambiar las leyes migratoria­s y que tiene a un nuevo nominado a la Corte Suprema de EE.UU. se pone a distraer la atención del país con falsedades.

El principal problema es que nos estamos acostumbra­ndo a las mentiras de Trump. Son tantas y tan segui-

das que ya no sorprenden a nadie. Como cuando dijo que los musulmanes estaban celebrando en Nueva Jersey tras los actos terrorista­s del 9/11, o que el papá del senador Ted

Cruz se reunió con el asesino

de John F. Kennedy, Lee Harvey

Oswald. Absurdo todo. Pero cuando un presidente miente frecuentem­ente puede haber graves consecuenc­ias para el país. Hay casos que requieren de absoluta confianza en el líder de una nación. ¿Qué pasaría en caso de un ataque nuclear de Corea del Norte o que se decida iniciar una nueva guerra en Siria? ¿Y si hubiera otro ataque terrorista en EE. UU.? ¿Podríamos confiar plenamente en el presidente?

Lo más triste de todo es ver a un presidente que miente y luego, cuando lo agarran en la trampa, insistir en su mentira. Parece que Trump vive en un mundo de fantasías creadas por él mismo. “Yo soy el presidente y tú no”, le dijo, como si fuera un niño, a la revista Time en una entrevista.

Trump tiene tanta necesidad de que lo vean como un presidente legítimo que no se da cuenta que sus mentiras y deseos de grandeza solo lo hacen ver más pequeño y trivial

El principal problema es que nos estamos acostumbra­ndo a las mentiras de Trump. Son tantas y tan seguidas que ya no sorprenden a nadie.

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