CANTARLE LA TABLA AL PAÍS
Rafael Baena se murió en diciembre de 2015. Antes de morirse dejó listico un libro. Hace poco, Alfaguara publicó “Memoria de derrotas”, la historia de un tal Marcelo, un reconocido editor que enfrenta una grave afección pulmonar que le hace pensar que su muerte está muy cerca; por eso lo único que espera es “que le den la oportunidad de partir sin someterse a tratamientos y hospitalizaciones inútiles”.
Pero mientras desea eso, Marcelo no tiene otra opción que vivir, vivir porque la vida hace parte de la muerte. Ya ha descartado el suicidio asistido y la eutanasia, “ahora prefiere asumir a la pelona como una amiga, una aliada que con su sola presencia le ayuda a sosegar el espíritu durante el tramo final de su vida”.
Lo interesante de esta novela es que mientras Marcelo in- tenta escribir una gran obra, un testimonio del doloroso proceso de su enfermedad, y edita a un talentoso autor de novelas históricas, que para colmo se cuadró con la que antes era su mujer, sale a relucir una cuenta de cobro al país con la sinceridad de un moribundo.
Por supuesto no se escapa el sistema de salud colombiano. Marcelo dice con mucho tino que cuando se mantiene vivo a un paciente, la caja registradora del hospital sigue facturando, “porque no debe perderse de vista ni siquiera por un instante que en los tiempos que corren la ciencia médica, como casi todas las actividades humanas, se rige por criterios de eficiencia gerencial”. A esta crítica puntual, se le suma la percepción que tiene de ese montón de estudiantes de medicina que rondan las clínicas de este país, quienes, además, casi nunca sa- ben qué hacer y por eso uno y otro turno alargan la agonía de un paciente, “se rascan el cogote tratando de tomar decisiones”.
Ni qué decir de la “palanca”, ese mal nacional al cual muchos recurren si no quieren morir en una camilla o hacer demasiado eterna una espera, como le ocurrió al mismo Marcelo, quien ante el miedo de ahogarse en una sala de espera, en medio de los quejidos, la algarabía y el olor a vómito de los demás desgraciados que esperaban admisión, llamó a una ami- ga para contarle su situación y ella acudió a un médico amigo que facilitó las cosas y ordenó que lo atendieran de inmediato. “Confirmó así que la palanca y el atajo siguen siendo instituciones nacionales más efectivas que las instituciones propiamente dichas, porque a los diez minutos lo admitieron para practicarle un examen de rayos equis de tórax, hacerle nebulizaciones e insertarle un catéter en el dorso de la mano presto a inyectar lo que fuese necesario”.
También hay una crítica tenaz a los medios de comunicación y a muchas otras cosas que no funcionan en este país. Es evidente que Baena escribió su último libro con la sinceridad y la fuerza de aquellos que empiezan a contar los días como si fueran horas
Pero mientras desea eso, Marcelo no tiene otra opción que vivir, vivir porque la vida hace parte de la muerte.