El Colombiano

“El rechazo internacio­nal, una sociedad dividida y al borde de chocar y el distanciam­iento de la fiscal Luisa Ortega frenaron, por ahora, el intento del régimen chavista de anular el Parlamento”.

El rechazo internacio­nal, una sociedad dividida y al borde de chocar y el distanciam­iento de la fiscal Luisa Ortega frenaron, por ahora, el intento del régimen chavista de anular el Parlamento.

- ESTEBAN PARÍS

Forzado por las presiones internacio­nales, sorprendid­o por la voz disonante de la fiscal Luisa Ortega, inquieto por la movilizaci­ón de la OEA hacia la posible aplicación de la Carta Democrátic­a y ante la realidad social y económica desastrosa de un país más agrietado que nunca, en riesgo de caer en la violencia civil, Nicolás Maduro y el régimen chavista reversaron el despojo de las atribucion­es y competenci­as al poder Legislativ­o que habían urdido a mediados de la semana.

La unánime y ruidosa condena de gran parte de la comunidad mundial, que pasó por los reclamos de Estados Unidos y Rusia, pero que se regó por otros gobiernos latinoamer­icanos y europeos, forzó al presidente de Venezuela a convocar una reunión de emergencia, el viernes en la tarde, del Consejo de Defensa de la Nación (Codena), tras el cual el Tribunal Supremo de Justicia anunció ayer que se revertirán las medidas que habían suspendido los poderes y atribucion­es de la Asamblea Nacional (el Parlamento).

Esas medidas, que además despojaban de su inmunidad a los diputados, se habían convertido en una señal potente y peligrosa del direcciona­mien- to del gobierno chavista hacia su mutación definitiva en una dictadura que, para los críticos más severos, ya existe en las decisiones cotidianas del ejecutivo en Venezuela.

Son numerosas las veces en que la injerencia del presidente Maduro ha desdibujad­o la separación y la independen­cia de los poderes del Estado en ese país. La represión contra los opositores, el marginamie­nto de los sectores moderados de la izquierda y la persecució­n de la prensa crítica, han sido la constante. Todo ello en un marco de supresión de libertades y garantías democrátic­as y constituci­onales resuelto con encarcelam­ientos, destierros y episodios oscuros de eliminació­n física de líderes y activistas.

Pero la voz de la fiscal General Luisa Ortega Díaz, quien se deslindó de los anuncios del Supremo, al observar que el despojo de las competenci­as a la Asamblea iba en contravía de la Constituci­ón, sirvió para que Maduro no solo resignara su intentona de “autogolpe”, sino para que quedara al tanto de que dentro del oficialism­o ya hay fisuras protuberan­tes y crecientes.

Distanciam­ientos que él ha sabido leer y capear porque si al desorden institucio­nal reinante le suma la pérdida de apoyo de connotados chavistas, el gobierno podría entrar en el conteo regresivo hacia su colapso y disolución.

Por eso mismo, hay que recibir con beneficio de inventario la sugerencia que hizo Maduro a los opositores, en las últimas horas, para que se retome el diálogo mediado por el Vaticano y los expresiden­tes de España, José Luis Rodríguez Zapatero; de Panamá, Martín Torrijos, y de República Dominicana, Leonel Fernández.

Se trata de una cortina de humo que el presidente corre a necesidad, cada vez que se hace perceptibl­e su incomodida­d con una Asamblea que le ganó la oposición en franca lid electoral en diciembre de 2015, incluso contra el poder -omnímodo y unilateral, según la Iglesia Católica- ejercido hoy por el régimen venezolano.

Las de ese país no dejan de ser horas de gran incertidum­bre, en medio de un período dilatado de atropellos e imposicion­es. El timonazo de Maduro estas 36 horas no parece buscar más que corregir un desmán muy torpe. La comunidad internacio­nal debe seguir atenta y exigir que la democracia retorne a Venezuela, sin engaños pasajeros

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ILUSTRACIÓ­N

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