POR AMOR Y NADA MÁS
Aviso clasificado: Se buscan personas de cualquier sexo, raza, condición socioeconómica y edad. No importa la presentación personal ni el nivel de estudios, no se requiere ex- periencia ni disponibilidad de tiempo. Únicos requisitos: tener un corazón gigante y mucha vocación de servicio.
La convocatoria aplica para todos, pero si usted es de los que piensan indiscriminadamente de los que están en una cárcel “allá está bueno”, “por algo será”, “que sufra”, “que se pudra tras las rejas”, que “de malas”, “que lo perdone Dios porque yo no”, entre otras consignas como sacadas de un manifiesto de rencor, indolencia y egoísmo, le recomiendo abandonar la lectura en este punto.
Si, por el contrario, se apiada de aquellos que cayeron en desgracia como producto de un mal momento, de un camino torcido, de una vida equivocada o de una injusticia, usted avanza en el proceso.
Entre los trabajos sociales de la Semana Santa en Medellín, merece destacarse la Cena del Señor en la Cárcel de Bellavista, obra que el historiador
Germán Suárez Escudero viene realizando sin interrupción desde 1972, siempre en Jueves Santo, para los presos enfermos de cuatro pabellones: Enfermería, Siquiatría, Tuberculosis y Adulto Mayor.
Más allá de la connotación religiosa por el día en que se realiza, esta celebración, que será la número 46 el próximo 13 de abril pretende llevarles un mensaje de compañía y solidaridad a unos hombres que no solo han perdido la libertad, la familia y el trabajo, sino también la salud.
Hace poco, leyendo un confidencial de la revista Semana, caí redonda en el pecado de la envidia. Decía la nota que “en Holanda hay tan pocos delincuentes que les ha tocado cerrar la mayoría de las cárceles. Según la revista News, en la última década la tasa de delincuencia ha disminuido alrededor de 0,9 por ciento en promedio anualmente. Por eso, porque no hay a quién encerrar, el país cerró ocho cárceles en 2009 y otras 19 en 2014”.
Y en las de aquí no caben, literalmente. Todos sabemos que nuestras cárceles son antros de hacinamiento, miseria, desidia, mugre y deshonra (excepción hecha, claro está, para los bandidos de cuello blanco) donde no se reeducan ni resocializan los presos, sino que se los confina al abandono. Por eso, y porque conozco la obra de cerca, hoy clamo desde esta esquina para que este año también podamos tener con los reclusos un acto de misericordia, de solidaridad, de bondad con nuestros semejantes, sin examinar sus pron- tuarios. Por amor y nada más. Por las ganas de ayudar y nada más. Por generosidad y nada más, que para juzgar están los jueces, equivocados o no.
Estar preso ya es una tragedia. Pero estar preso, enfermo, en soledad y hambriento, es… ¿cómo le dijera? Piénselo. Imagínese en una celda y respóndase usted mismo.
Almuerzo, dulces, postres y frutas están asegurados, así como algunas camisetas, calzoncillos y máquinas de afeitar, pero se necesitan jabón y papel higiénico, en cantidades industriales.
El único responsable de esta campaña, por si acaso algún pícaro quisiera usufructuarse, es el señor Germán Suárez Escudero, a su disposición en el teléfono 235 58 28. Él, los presos beneficiados y yo, les agradecemos desde el alma unirse a esta causa.
Bien lo dijo santa Teresa de Calcuta: “No importa cuánto das, sino cuánto amor le pones cuando das”
Porque conozco la obra de cerca, clamo para que este año también podamos tener un acto de misericordia con los reclusos.