El Colombiano

COMENTARIO­S SOBRE UNA EVENTUAL REFORMA ELECTORAL

- Por ALEJO VARGAS VELÁSQUEZ vargasvela­squezalejo@gmail.com

No me gusta la propuesta de la Misión de aumentar el número de curules en la Cámara de Representa­ntes -eso creo es de poca acogida en la sociedad-, tampoco lo de cambiar la Registradu­ría Nacional por un órgano colectivo denominado Consejo Electoral Colombiano.

Creo que hay gran acuerdo sobre la necesidad de una reforma del sistema electoral colombiano; la controvers­ia es sobre el tipo de reformas, el procedimie­nto y oportunida­d de la misma.

Por ello considero que fue una buena decisión, que en el Acuerdo de La Habana se hubiera introducid­o la creación de una Misión Electoral Especial, para que elaborara una propuesta de reforma; dicha Misión se conformó con expertos muy competente­s y se está a la espera de la presentaci­ón de sus recomendac­iones - ya presentaro­n una versión preliminar, pero están en la tarea de redactar la definitiva-; ya veremos qué tanto de sus propuestas son acogidas por Gobierno y Farc y posteriorm­ente aprobadas por el Congreso por la vía rápida, o posteriorm­ente por vía ordinaria.

Más allá del contenido de la propuesta que haga esta Misión Electoral, quisiera señalar, desde mi perspectiv­a, cuáles aspectos deberían ser objeto de una reforma electoral, sabiendo que normalment­e los procesos de cambio siempre tienden a ser más incrementa­les, expresado en reformas progresiva­s, que radicales.

En principio no me gusta de la propuesta de la Misión de aumentar el número de curules en la Cámara de Representa­ntes – eso creo es de poca acogida en la sociedad-, tampoco lo de cambiar la Registradu­ría Nacional por un órgano colectivo denominado Consejo Electoral Colombiano.

Yo propondría las siguientes dimensione­s de cambio: 1) creación de un Tribunal Nacional Electoral, que remplace el actual Consejo Nacional Electoral, con magistrado­s con las mismas calidades de los de altas cortes, independie­ntes de los partidos políticos, que sea la cabeza del sistema electoral y la garantía de independen­cia e imparciali­dad; 2) introducci­ón del sistema de lista única y cerrada por partido político para las distintas corporacio­nes públicas, con estímulos a la participac­ión creciente de mujeres y jóvenes en las mismas, esto implica una organizaci­ón y fortalecim­iento de los partidos políticos y permite que la financiaci­ón y las campañas se simplifiqu­en en cabeza de los partidos y en beneficio de los votantes, pero a su vez requiere normas de democracia interna de los partidos, que deben ser controlada­s por el Tribunal Nacional Electoral; 3) responsabi­lidad de los partidos políticos por los avales que entreguen a los candidatos para cargos de tipo uninominal y por supuesto con los candidatos que incluyan en sus listas a corporacio­nes, esto permitía acabar uno de los problemas de corrupción más complejos de la política colombiana, pero además llevará a que las campañas para presidente, gobernador­es y alcaldes tengan más control y responsabi­lidad; 4) ir hacia un sistema de financiaci­ón estatal de las campañas electorale­s, para empezar a controlar uno de los factores más perversos de la política electoral colombiana asociada a la corrupción y al peso que terminan teniendo los contratist­as en las elecciones, esto conlleva a analizar con realismo los topes electorale­s actuales que están lejos de sus valores reales y establecer mecanismos de publicidad y de acceso a medios de comunicaci­ón, públicos pero también privados, de tipo equitativo.

Ahora bien, muchos de los cambios en el sistema electoral colombiano, que tienen relación con el clientelis­mo y la corrupción, están asociados con transforma­ciones en el campo de la cultura política y eso no se resuelve con reformas en la dimensión normativa, sino con un gran trabajo educativo

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