El Colombiano

El chiste a su medida Un hombre llamado Ove, de Hannes Holm

- SAMUEL CASTRO Editor Ochoymedio.info. Twitter: @samuelescr­itor

A uno le pueden contar el mismo chiste varias veces a lo largo de su vida y si el chiste es bueno la risa está asegurada, pues segurament­e lo escucharem­os de personas cuya forma de contarlo es distinta y particular. Ver Un hombre lla

mado Ove es como estar atrapado en un ascensor con una persona sin gracia que te cuenta el mismo chiste regular que has oído toda la semana: lo oirás con interés, fingirás sorpresa, pero al final, al bajarte, no te acordarás de esta versión sino de la buena, la que te contó tu mejor amiga en alguna fiesta espléndida perdida en la memoria. Porque la historia que narra esta película, enviada por Suecia al Óscar y nominada en la lista final en la categoría de cinta extranjera, ya la hemos oído tantas veces, que nos la sabemos al derecho y al revés. Hasta podría resumirse en un esquema, casi una fórmula matemática: viejo gruñón que le amarga la vida a sus congéneres más cercanos, huraño y taciturno, encontrará en el primer tercio de la película a al- guien (un niño, un perro, un hada) que le demuestra en el segundo tercio que todavía hay muchas razones para amar la vida y creer en la humanidad. Conmociona­do ante la revelación, que habría recordado antes si leyera o fuera a cine, el viejo rememorará en el tercer tercio una época de su vida en la que todavía no era un gruñón, recapacita­ndo y arrepintié­ndose de varias de sus amarguras. Fin. No es que haya problema en que la historia no sea original, por supuesto. Pasa todo el tiempo y al final es cómo se cuenta el relato, lo que más importa. Lo triste es que esta película sueca, a la manera de una de las empresas más famosas de ese país, Ikea, que hace muebles de hogar empaquetab­les para que uno los arme en casa, ha preferido adaptarse a los gustos de los espectador­es globales, usando los trucos más fáciles, que buscar alguna forma de que el chiste vuelva a tener gracia. Algunos podrán pensar que el hecho de que la vecina que reconecta a Ove con la vida provenga de algún país árabe es innovador, pero conociendo el problema de inmigració­n europeo, era la opción más obvia y políticame­nte correcta. Igual que ocurre con los modelos para armar, la alternativ­a de escoger los colores te da la engañosa sensación de que personaliz­aste tu mueble, cuando lo único que hizo el fabricante fue tomar la paleta de colores de la temporada. Unos pocos momentos de la película, segurament­e recogidos de la novela éxito en ventas de Fredrick Backman en que se basa, merecen una mirada un poco más atenta, como la relación de Ove con su padre, o alguna pelea que dio en su juventud defendiend­o los derechos de su esposa Sonja (encarnada por la bellísima Ida Engvoll, cuyos ojos casi valen la totalidad de la boleta que pagamos), pero no alcanzan a disipar la sensación, presente durante toda la proyección, de que nos arman una estantería con tabletas de madera sintética, que no logrará sostener ni un libro que valga la pena. Que fue Siri, con su voz prefabrica­da, la que nos contó el chiste.

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FOTO PELÍCULA
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