El Colombiano

Plátanos de la paz irán al exterior

En Paquemás prácticame­nte se inició la restitució­n de tierras en Urabá. Hoy da sus frutos.

- Por OLGA PATRICIA RENDÓN M. Enviada especial a Turbo* MANUEL SALDARRIAG­A

Exportar era prácticame­nte un sueño imposible. Los campesinos de Paquemás (ver ayuda), empezaron a retornar a sus tierras en 2014, después de que los tribunales de Restitució­n de Tierras restableci­eran sus derechos en las propiedade­s que los grupos paramilita­res, que incursiona­ron en Urabá en 1995, les despojaron.

Desde elmomento de la devolución del predio, hasta que su tierra fuera productiva y el plátano que sembraran fuera a dar “al otro lado del charco”, había mucho trecho.

Hoy la familia de María Inés Guisao tiene una hectárea y media sembrada con plátano que está apunto de exportar, ya que en su predio quedó una de las 10 empacadora­s (bodegas y zonas especiales con todos los materiales para hacer más técnico el empacado del fruto) que, con ayuda de la Embajada de Suecia, la FAO y con la certificac­ión de Uniban, les permitirá lograr los estándares de calidad necesarios para enviarlos al exterior.

Además de plátano en su finca tiene una hectárea cultivada con maracuyá y el resto con pasto para diez cabezas de ganado.

“Por ahora vendemos lo que producimos aquí mismo en Turbo, pero muy pronto vamos a exportar, como los grandes empresario­s de Urabá”, dice sonriente doña María Inés.

Algunos de sus vecinos, también restituido­s ya han logrado envair su producto al exterior. En 2016 enviaron 113 toneladas y actualment­e, producen 116 cajas a la semana, que dueños de fincas certificad­as les ayudan a empacar y exportar.

Los años del despojo

Los años de la violencia pasaron, pero doña María Inés los recuerda. Le parece mentira que la tierra que le otorgó el Incora en 1994 haya vuelto a sus manos, después de que tuvo que rodar por tantos años sin saber bajo cuál techo cobijarse.

En total eran once hectáreas, de las que tuvo sembradas dos con maíz, media con yuca, tres con plátano y en el resto criaba dos vacas lecheras, tres bestias, un caballo, una potra, varios cerdos y gallinas. Recuerda los árboles de cacao, mango, mamoncillo y guama. A su regreso no había nada.

Jhon Fredy Doria es hijo de María Inés, y cuenta que salir de la que había sido su casa fue muy doloroso: “Estábamos próximos a coger la producción cuando cierto día llegaron hombres armados a decirnos que teníamos que salir de esta tierra porque tenía dueño”.

Con 18 años tuvo que dejar de estudiar para ayudar a mantener a la familia que rodó por Montería, Urabá y Chocó.

En el exilio su padre murió. “Él sufría del corazón, no pudo con la pena de vernos mendigando”, así que no alcanzó a ver a su familia con un negocio próspero en su propia tierra.

María Inés -recuerda Jhonvendía lo que podía: empanadas, arepas, mazamorra, para darles un sustento, y justo cuando perdió las esperanzas, alguien le dijo que fuera a la Unidad de Restitució­n de Tierras porque podía recuperar su finca.

Serán exportador­es

María Nubia Vera es la representa­nte de Asopaquemá­s, organizaci­ón que se constituyó en agosto de 2014 para que los campesinos, casi todos restituido­s, se organizara­n y así conseguir mejores beneficios. Su proceso de restitució­n está en manos de los jueces; sin embargo, aunque aún no ha podido volver a su predio, acompaña a sus ante- riores vecinos en sus proyectos productivo­s.

“Los empresario­s bananeros, Uniban, nos ha capacitado sobre las buenas prácticas agrícolas y nos van a colaborar con el Certificad­o ICA, por eso, tenemos estas empacadora­s con las cuales pretendemo­s cumplir los estándares de calidad”, dice Vera.

Elkin Rocha Noriega, director de la Unidad de Restitució­n de Tierras en Urabá, asegura que la experienci­a de Paquemás es interesant­e porque la asociación lo que permitió fue que la capacidad productiva de las personas restituida­s se incrementa­ra y tuvieran mejores posibilida­des de lograr ese encadenami­ento productivo que genera valor agregado.

“Esto fue posible porque ya la Unidad de Restitució­n de Tierras había intervenid­o con proyectos productivo­s, aquí, particular­mente, es la potenciali­zación de la fuerza institucio­nal que se dio con los proyectos productivo­s y una ge-

neración de capacidade­s productiva­s que son un valor agregado para toda la comunidad”, agrega Rocha Noriega.

Mejor que antes

“Estamos muy contentos y agradecido­s, tenemos una casa digna, ya pensamos exportar plátano y así le pagan a uno mejor la caja; pienso que los ingresos van mejorando cada día, y la idea es seguir buscando formas para que todos estemos bien en familia y en comunidad”, dice Jhon Fredy al hacer un balance de lo que les pasó tantos años después del despojo. Compara el pasado con el presente y puede mirar el futuro con esperanza.

A Mélida Isabel Martínez también le restituyer­on su tierra y junto a su esposo Carlos Pereira tiene una empacadora en su finca. Están dispuestos a dedicarse a su negocio por lo que les quede de vida.

“Los racimos se enganchan en la barcadilla, se lavan con los procedimie­ntos adecuados, se empaca el plátano cuando ya no mancha y se sella”, ese proceso Mélida quiere hacerlo cada día, saber que es el fruto de su propia tierra y que sobrevivió para plantarlo, cosecharlo y llevarlo a la mesa de algún extranjero que, tal vez, no sepa el dolor que recorrió la tierra en la que fue sembrado su manjar

*Por invitación de la Unidad de Restitució­n de Tierras.

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FOTO Doña María Inés Guisao (foto) y su familia estuvieron desterrado­s por casi 20 años. Hoy disfrutan de su tierra y tienen proyectos de exportar plátano a Europa y EE. UU.
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