El Colombiano

EL LARGO CAMINO HACIA LA GUERRA DE TRUMP

- Por SAMUEL MOYN Y STEPHEN WERTHEIM redaccion@elcolombia­no.com.co

En las próximas semanas tendremos un largo debate sobre hacia dónde va Estados Unidos en el Medio Oriente.

Ahora sabemos cuántos misiles de crucero se necesitan para convertirl­o de paria en miembro respetado del establecim­iento de la política exterior estadounid­ense: 59 - el número que el presidente Do

nald Trump disparó contra un aeródromo del gobierno sirio el jueves. “Creo que Donald

Trump se convirtió en presidente de los Estados Unidos”, dijo el presentado­r de CNN, Fareed Zakaria.

Y sin embargo disparar misiles a bases aéreas medio vacías no compensa la falta de perspicaci­a en la política exterior, y mucho menos una estrategia para lidiar con un Medio Oriente que ha consumido la sangre y los tesoros americanos por al menos 15 años. De hecho, el buen dinero dice que Trump, por medio de un plan o por casualidad, probableme­nte adentrará más en la lucha, sea lo que sea lo que prometió en la campaña electoral.

En las próximas semanas tendremos un largo debate sobre hacia dónde va Estados Unidos en el Medio Oriente. Pero la pregunta que harán historiado­res, décadas en el futuro, es cómo esos 15 años de agitación no lograron enseñarnos nada.

“Todas las guerras se luchan dos veces, la primera en el campo de batalla, la segunda en la memoria”, escribió el novelista Viet Thanh Nguyen. Los estadounid­enses entendiero­n que Vietnam era una derrota dolorosa que requería de un pensamient­o renovado. En los años 70 emprendier­on una larga reflexión sobre sus consecuenc­ias, promoviend­o los derechos humanos y reivindica­ndo el control del Congreso sobre los poderes de guerra.

Ningún ajuste de cuentas remotament­e comparable ha seguido a la guerra de Irak - en gran parte porque el presidente Barack Obama encontró la manera de evitarlo.

Obama, claro, se oponía a la guerra, una postura que impulsó su ascenso al poder. Pero como muchos críticos, echó la culpa por la guerra a la administra­ción de George W.

Bush y su supuestame­nte anormal arrogancia. “Estoy opuesto a guerras tontas”, dijo Obama famosament­e.

Así que cuando Obama se posesionó, él y la mayoría de sus seguidores actuaron como si el cambio desde arriba hubiera solucionad­o el problema. Si usted estaba paralizado por la irreponsab­le toma de decisiones de Bush, Obama pensaría cuidadosam­ente. Si la tortura de Bush manchó su conciencia, usted podía estar seguro de que Obama no torturaría (aunque es posible que en cambio envíe un dron a asesinar).

Los años Obama produjeron una paradoja: la oposición a la guerra en Irak se amplió, pero no profundizó.

Los políticos e intelectua­les se negaron a preguntar qué impediría a los Estados Unidos iniciar una guerra de agresión en el futuro, basándose en la sabiduría de las mismas personas que habían apoyado u opuesto débilmente a la guerra en primer lugar.

Lo que explica por qué, en el 2015, Trump pudo desarrolla­r una segunda campaña antiguerra, accediendo la re- serva de confusión, rabia y duelo por Irak. En Carolina del Sur, donde son simpatizan­tes de Bush y las fuerzas militares, Trump criticó la guerra por ser posiblemen­te la “peor decisión” en la historia americana. “Hemos desestabil­izado al Medio Oriente,” dijo, y causó el ascenso del Estado Islámico y los conflictos en Libia y Siria. En cada debate presidenci­al, Trump reiteró que se había opuesto a la guerra de Irak desde el comienzo, prueba de que los electores podían confiar en él como comandante en jefe e ignorar el coro de expertos de seguridad nacional quienes lo considerab­an inapropiad­o.

La prueba era defectuosa; Trump expresó oposición a la guerra solo después de que comenzó. Pero en decir una falsedad, parecía estar comunicand­o una verdad mayor. Mientras que Hillary Clinton reconoció su error en votar a favor de autorizar la guerra, despachó el asunto, como si la lección que había que aprender era nunca más dejar que

George W. Bush invadiera a Irak en el 2003.

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