EL DIVORCIO MÁS CARO DE LA HISTORIA: 65.100 MILLONES
«Prefiero que no haya acuerdo a un mal acuerdo», ha reiterado en repetidas ocasiones la premier británica, Theresa May, sobre su salida de la Unión Europea, el mayor logro político y social de la Humanidad. El desafío, sin embargo, solo sirve para dar munición a los tabloides más nacionalistas de Inglaterra. Los mismos que piden la guerra contra España solo porque desde Madrid se les recuerda que el anacronismo de Gibraltar, ese pedazo de la piel de toro arrebatada para servir de cueva de piratas a su graciosa Majestad, dejará de ser parte de la UE cuando se consume el Brexit. Lo de May no es más que una bravuconada como la de Vernon con Blas de
Lezo en Cartagena de Indias porque el Brexit duro tiene un precio demasiado caro para Reino Unido y su cuenta sale a dividir entre los cuatro socios que aún conforman Gran Bretaña por los 27 que costearían la minuta del lado continental. El departamento del Tesoro británico ha advertido que el «no acuerdo» –que, para empezar, implicaría un encarecimiento del 10 % de los vehículos, del 15 % en los alimentos y del 36 % en los productos lácteos– significa perder los acuerdos comerciales que la UE mantiene con 53 países, lo que reduciría un 7,5 % el PIB de la isla durante 15 años.
Por su parte, el Banco de Inglaterra se ha reconocido incapaz de calcular el impacto real del Brexit en la economía británica, pero remite a la siempre prestigiosa London School of Economics (LSE), que en un informe estima una reducción del 9,5 % del PIB si no se logra un trato favorable con la UE y del 2,2 % en el supuesto de que May y sus negociadores logren un acuerdo de libre comercio con la Unión.
Un impacto que no tiene en cuenta el coste añadido de la factura que aún tendrían que pagar los británicos a cuenta de los presupuestos comunitarios plurianuales 2014-2020: 25.400 millones en caso de que el divorcio sea amistoso y 65.100 millones si el pleito acaba mal. Aunque esos cálculos son aún aproximados, pues hay múltiples factores por negociar, son los más certeros puesto que están realizados sobre cantidades comprometidas. Y es que, si el divorcio acaba mal, a las cantidades que aún debe pagar Londres como estado miembro, habría que sumar los pagos que el marco financiero de la UE, «cerrado» y aprobado por todos los socios, incluyen hasta 2025. La cuenta del posBrexit, en otras palabras.
Reino Unido no abandonaría la UE hasta principios de 2019, con lo que debe hacer frente a la factura correspondiente hasta esa fecha, como miembro de pleno derecho de la Unión, y negociar con sus todavía socios sobre el resto del dinero comprometido: 580.000 millones de euros para el periodo 2019-2025, de los cuales 28.900 estaban, en principio, destinados a Reino Unido.
Otro factor que entraría también en la negociación es el «descuento» que se aplica desde 1985 a Reino Unido, el denominado «cheque británico», por el que se le reintegra alrededor de un 66 % de su contribución neta a las arcas comunitarias. El cómputo o no del «cheque» es relevante ya que, si se toma en cuenta esta devolución, la contribución británica a las arcas comunitarias durante el periodo 2009-20015 es del 12 % mientras que si no se tiene en consideración, la contribución aumenta hasta el 15,7 %.
Además, quedaría por negociar si la factura pos-Brexit tiene o no en cuenta el «cheque británico» . De ser así, Reino Unido aún tendría que aportar 40.700 millones de euros brutos a las cuentas 2019-2025 (69.600 millones menos los 28.900 que recibiría).
Es una lástima que por culpa de unos pocos descerebrados, que han alimentado un imposible regreso al imperialismo victoriano para vender periódicos y ganar votos entre los jubilados ingleses que pasan el año en España o Francia, toda la juventud británica vea hipotecado su futuro. Porque a Reino Unido, o a lo que quede de él, le va a salir más caro estar fuera de la UE que dentro. Todo para que cuatro hoolingans saquen panza