Puente Pumarejo: contrastes de la obra que cambiará el Caribe
La meta que tiene el Invías es lograr un avance físico este año que alcance el 70 % del total del contrato; sin embargo, el presidente Santos reveló que hay un retraso de un 8 %.
Martha Mirella Melo camina por la nueva escuela con el afán de querer mostrarlo todo, hasta lo evidente: estas son las sillas, esta es una puerta, esta es la biblioteca, este es un tapete para los niños pequeños, estos son los baños; y así, paso a paso, recorre cada salón hasta que llega a una de las ventanas y dice: y allá está el Puente Pumarejo. ¡Eureka!
Y sí, desde las ventanas de la nueva escuela de Palermo, corregimiento del municipio de Sitio Nuevo, se ven las obras del puente. Un paisaje que atrapa, que abruma. Y todo porque más allá de los cerca de 40 metros de alto que tendrá —tres veces más de lo que mide hoy— en el que trabajan 1.200 personas; desde ya le cambió la vida a 180 niños de escasos recursos de este pueblo del Magdalena para los que la obra es más que cemento: es la oportunidad de que todo cambie.
Así lo dijo la rectora Mirella mientras caminaba por los pasillos y emocionada descubría cada espacio. “Estamos en la escuela La Canchera, del corregimiento de Palermo, municipio de Sitionuevo. Le voy a resumir nuestra historia: teníamos 30 años de estar ubicados al margen derecho del puente Pumarejo y dada la nueva construcción se hizo necesario trasladar la sede. La noticia no le gustó a la comunidad, había resistencia, pensamos que no nos iban a cumplir”. Recordó que en la anterior institución no había abanicos ni una cancha de fútbol ni salones am- plios ni sillas nuevas.
Mientras se hacia el traslado de la escuelita, del otro lado del río, en el Atlántico, las obras del puente comenzaron a llenar el paisaje y así inició el éxodo de obreros de todas partes de Barranquilla y de Colombia. Hasta aquí, en el corazón del río Magdalena, llegó Luis Delgado, un antioqueño de 40 años, que se envalentona de ser de los pocos que habla con acento paisa en la construcción.
Luis lleva cuatro meses en la obra. Contó que es el controla- dor vial. “Mi función es estar atento a los carros que entran y salen de la obra y debo evitar cualquier clase de accidente”.
Este hombre alto y de tez blanca, está todo el día con la cara tapada y por eso carga un pasa montañas que solo le deja ver los ojos. “El calor es lo más complejo de soportar, pero lo resisto con valentía pensando siempre que mi satisfacción mayor es que algún día mis hijos digan que su papá construyó el nuevo puente Pumarejo. Este puente se lo estoy construyendo a mis hijos y a los suyos, por eso me pongo este pasamontañas para resistir el calor”.
La estructura tendrá una longitud de 3,2 kilómetros, lo que lo convierte en uno de los más largos de América. Lo superan, entre otros, el puente Río-Niterói en Brasil con 13 kilómetros de longitud o el
puente General Rafael Urdaneta en Venezuela que mide 8 kilómetros. El Pumarejo además tendrá 38 metros de ancho, contará con accesos de un kilómetro y una cicloruta de 3,2 kilómetros al igual que andenes. La inversión que realiza el Invías es cercana a los 660.000 millones de pesos. Los diseños estuvieron a cargo del consorcio Ecopuentes. Actualmente el avance de obra es del 27 %.
Ahora bien, ¿por qué se construye un puente cuando ya hay uno? La explicación es que su construcción se debe básicamente porque se requiere una estructura más alta con el fin que embarcaciones más grandes puedan navegar por el río Magdalena, con el fin de reactivar el transporte de carga desde Barranquilla hasta La Dorada. Aunque su estructura fue, en la década del 70, uno de los hitos de la ingeniería por sus 1,5 kilómetros de longitud, por su ancho de calzada de 12,5 metros, en 2018 este viejo puente con sus 48 años de historia, será demolido.
Mientras eso sucede, ahí está Juan Adrada, ayudante de construcción, y uno de los tantos trabajadores que sube y baja todo el día por las columnas de 40 metros que soportarán la estructura. “Yo amarro acero y hago montajes. Claro, es muy alto, pero hay mucha seguridad. Quiero
decirle que mi trabajo es el más privilegiado porque además de que hay brisa, el calor no se siente tan duro y todo el día se ve la belleza del río Magdalena, entonces sí, la brisa ayuda mucho. También me ayuda mucho que hice un curso de altura”.
Desafío: las temperaturas
Carlos García, director del Instituto Nacional de Vías, Invías, coincidió con los trabajadores y advirtió que una de las pruebas del proyecto es el calor, que en algunos días puede llegar a los 40 grados. “Nuestro reto ha sido mantener los concretos con las temperaturas de diseño ya que por los rayos del sol las grandes masas de concreto pueden calentarse; razón por la cual se tiene un estricto control. Por eso, los retiros de formaletas se están realizando en la noche, para evi- tar cambios bruscos entre el calor y el frío”.
García explicó que otra de las tareas ha sido trabajar en el río Magdalena, por lo que se han tenido que acondicionar varios embarcaderos en algunos sectores con el fin de transportar por agua los materiales y los equipos necesarios para la ejecución de las obras en las pilas principales.
Destacó que la importancia del puente radica, entre otras cosas, por su ubicación estratégica y conectar al Atlántico con Magdalena. “Se busca descongestionar las zonas portuarias ampliando el paso por el sector con una mayor altura del puente”. En contraste, para René Pu
ché, presidente del Puerto de Barranquilla, la principal clave de la obra es entender que aunque se mejorará la comunicación entre Barranquilla y Santa Marta, también se deberá tener en cuenta el componente de navegabilidad.
“Si bien al puente se le va a subir la altura, lo cual permitirá que buques más grandes transiten, la verdad es que yo veo poco probable un desarrollo de la región porque también hay que garantizar el dragado del río”. En ese sentido, subrayó que de nada sirve subirle la altura al puente si se conserva la actual profundi- dad del río que no alcanza los 3 metros; preocupación que tienen los portuarios debido a la incertidumbre que aún persiste con el proyecto de navegabilidad del Magdalena.
Más allá del debate técnico y de si habrá o no dragado, a la profesora Mirella, quien sigue contando que la gente tenía tristeza de que le tumbarán la escuela, lo que le importa es que el nuevo puente se termine y lentamente retorne el Estado a ese polvoriento corregimiento del Magdalena, en el que no hay agua ni energía.
“Esta institución nueva es lo mejor que nos ha pasado, es un sitio que nos llena de esperanza porque ahora los niños pueden estudiar en aulas bonitas y frescas, tenemos abanicos y el calor ya no golpea”. Y se ríe con mucha fuerza para luego sentenciar: “el país debe saber que con nuestra escuela se dio el primer paso para la transformación de toda la zona, ya nadie extraña la vieja escuela”