Prepararse para vivir en un mundo de viejos
La vejez no es el fin de la vida, es una etapa de la misma a la que debemos prepararnos para llegar sanos, independientes, con recursos económicos y en pleno disfrute de derechos, para alcanzar una vejez con dignidad. El adulto mayor puede ser vulnerable no solo por algunas dificultades funcionales para trabajar, salir a la calle, recrearse, estudiar, sino también porque la familia o la misma sociedad le vulnera sus derechos al decirle: “usted no puede trabajar por su edad”, “no está en edad de manejar su dinero” o está enfermo por su edad”. Se discrimina al anciano en razón de su edad, como sinónimo de pérdida, enfermedad o incapacidad. En la vejez hay deterioro físico y cognitivo, como una huella de lo vivido; sin embargo, un alto porcentaje de personas envejece gozando de plena salud y con todas sus capacidades físicas e intelectuales, pero igual no pueden acceder a ciertos activos, materiales e inmateriales. Si bien los adultos mayores de las nuevas generaciones van a durar más años y tendrán mejor estado de salud que los actuales, se enfrentarán al hecho de que estarán más solos, tendrán menos redes de apoyo social y menos familia, por la disminución del número de hijos o por la decisión de no tenerlos. Así, ¿quién nos va a apoyar y relevar en la sociedad? No todos los mayores son abandonados en instituciones, pero varios de ellos ya no tiene familia o vivieron solos las anteriores etapas de su vida. Hoy, por el envejecimiento acelerado de la población, como le ocurre a Medellín, es común ver a grupos de ancianos cuidando a otros ancianos. Es tarea del Estado, la sociedad, la familia y las personas profundizar en programas educativos desde la infancia, para tomar conciencia que viviremos en un mundo donde los viejos serán mayoría en un tiempo relativamente corto.